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Foto proporcionada por Fernando Chavira Lopez de acuerdo al libro XILITLAN TAZIOL de don Alfonso T. Llamazares Zuñiga. |
MARIA DE JESUS ALMARAZ
RODRIGUEZ
VERDADERA
BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA
POR
EL LIC. IGNACIO CERVANTES ALVAREZ
Srita.
María de Jesús Almaraz Rodríguez, fue hija de don Antonio Almaraz y su esposa
la señora doña Agustina Rodríguez.
La familia radicaba en Landa, del estado
de Querétaro y eran de las personas prominentes de ese lugar, éste matrimonio
tuvo varios hijos, la mayor era Maximina, seguía en orden de edad Ángela,
después María de Jesús; que fue la benefactora de Xilitla, S.L.P., las hermanas
menores eran: Pastora, Andrea y Olalla, entre ellas un hermano llamado Blas.
Esta familia había llegado a Xilitla en
los años inmediatos a la caída del Imperio, seguramente buscando tranquilidad y
un mejor porvenir. Allá en Landa, habían sufridos molestias y atropellos en
especie, además, sus propiedades estaban intervenidas como las de todas las
personas pudientes que habían manifestado sus simpatías por los imperialistas.
Sin embargo, de éstas dificultades
económicas que padecían, las niñas pudieron ser enviadas a la ciudad de
Querétaro, donde recibieron esmerada instrucción con una maestra europea, que
había sido del grupo de profesoras que trajo al país la Emperatriz Carlota
Amalia y que se había quedado a radicar allí, donde impartía clases
particulares para sostenerse.
Muy jovencita todavía, María de Jesús tuvo
que hacer frente a las necesidades de la familia, ella y su hermana Andrea se
dedicaron a hacer pan en su propia casa, y en esto tuvieron gran éxito; era el
mejor pan que se hacía en el pueblo; después cada una de ellas tuvo su propio
negocio de panadería y Jesusita por su parte, inició además la fabricación de
chocolate de mesa, esto la animó para iniciar otras actividades en el comercio
lugareño. (1)
Por entonces en Xilitla se iniciaba una
próspera época de actividades comerciales, alentadas quizá por la promisoria
riqueza del cultivo del café que en la década de los ochenta apenas había
comenzado en la región en forma incipiente, cuando un grupo de ingleses hizo
los primeros ensayos en pequeñas plantaciones de ese grano, tan solo por
suponer fundadamente, que dada la altura
y el clima de esa zona podrían obtenerse buenas cosechas de éste “café de
altura”, como entonces se decía, muy preciado por sus cualidades de aroma y
sabor.
Años después, ya en 1892 fue cuando
llegaron a la región algunos alemanes que se establecieron en el poblado de
Poxtla, otros extranjeros que se habían radicado en Xilitla, desde antes y
después de esa fecha fueron algunos italianos y españoles. Todos ellos, con su
comercio o industria contribuyeron de una manera decisiva al desarrollo de
aquel auge económico del pueblo, que comenzó por entonces y terminó en los años
de la revolución mexicana.
Jesusita Almaraz presenció las dolorosas
escenas de la pobre gente que tras largas y fatigosas jornadas de camino por la
sierra, llegaban a Xilitla como a un lugar de salvación donde acaso podrían
encontrar trabajo en esta villa entonces próspera, mientras en otras partes de
la huasteca padecían hambre, aquí había animadas actividades agrícolas, sobre
todo por el nuevo cultivo del café. Las rancherías se poblaban de gente venida
desde lejos; en las haciendas aumentaban los rendimientos agrícolas; comenzaban
a cimentarse sólidos capitales; se hacían transacciones cuantiosas y las
tiendas del comercio estaban bien abastecidas.
Llegaban los indios por grupos, muchos de
ellos escapados de las lejanas haciendas donde todavía imperaba el inhumano
sistema del “peonaje” a la antigua manera colonial. Semidesnudos y hambrientos
recorrían las calles del pueblo implorando en las casas algo de comer en su
idioma huasteco o mexicano; otros ofrecían panzudos talegos de cominos o de
orégano en cambio de comida.
Jesusita presenció esas dolorosas escenas
deprimentes, su alma de mujer cristiana se conmovió ante aquella situación
desesperada y quiso ayudar a aliviar la condición de aquellos indigentes.
Iluminada por un aura de santidad, abrió las puertas de su casa y ordenó
servirles comida, y no solo eso, sino además proporcionarles las medicinas que
podían obtenerse allí.
Al poco tiempo se dio cuenta de que su
propia casa no era ya suficiente para el propósito y entonces se decidió a
instalar en mejor forma un lugar adecuado para ello, así fue como fundó lo que
fue el “Hospital de San Vicente de Paul” que en realidad fue toda una
institución privada de caridad y
asistencia médica, cuyos gastos los pagaba totalmente Jesusita, sin ninguna
otra ayuda oficial o particular.
Todo Xilitla conservó muchos años el
reconocimiento público de aquella singular
obra humanitaria de gran beneficio social; casi medio siglo después,
alguien cuyo nombre no aparece, escribió una breve reseña de homenaje que se
publicó en las páginas de una revista de la huasteca. Ese artículo titulado “María de Jesús Almaraz”
apareció ilustrado con un retrato de ella en la sección “Mujeres Mexicanas”
donde se refiere puntualmente tanto el establecimiento de ese hospital de
pobres, como lo ocurrido en diversas ocasiones ya durante los años de la
revolución, en la que Jesusita Almaraz salvó a Xilitla de ser reducido a
cenizas como lo pretendía una horda de bandidos encabezados por Nicolás
Zarazúa, quien aceptó el dinero y joyas que ella le tuvo que entregar para que
no quemara al pueblo.
En ese artículo se dice lo siguiente:
“Hace años, en un pueblo de la Huasteca
Potosina, encumbrada entre las pedregosas montañas de la Sierra Madre Oriental,
se escribió un hecho histórico en el corazón de los vivientes de entonces”.
“Jesusita Almaraz llevaba a cuestas una
idea luminosa, la de servir a su pueblo, y sobre todo, la de combatir la
miseria y el dolor de los que sufren. Para ella, el dolor ajeno era dolor
propio, más sentido en su alma, cuanto más miserable era el que la padecía”.
“En 1894, con su propio peculio, levantó
un hospital, que nombró Hospital de San Vicente, al que se proveyó de cuartos y
de las camas que la necesidad exigía para los miserables que, sin patrimonio,
sin siquiera de efectos, necesitaran de los beneficios de la caridad humana, y
ahí tendió su mano cariñosa y pródiga, sosteniendo con la más amplia largueza,
aquel medio de salud, pagando a dos servidoras que atendían a los
hospitalizados, tanto en sus padecimientos como en su alimentación que ella
misma procuraba que fuese de la mejor calidad”.
“Eran más de treinta los pobres que comían
en su mesa”.
“Habiéndose dado cuenta la señorita
Almaraz de que en su pueblo hubiera vagos, estableció en su propia casa una
fábrica de cigarros, proporcionando en ella ocupación a aquel conjunto de
desocupados, creándoles el hábito del trabajo, estimulándolos con los salarios
que les pagaba, que no eran otra cosa, sino las ganancias de aquella fábrica de
tabacos”.
“Ningún hogar desavenido era mal visto por
aquella alma tan llena de caridad y de ternura, por lo que con disimulo, ella,
como un San Francisco de Asís, iba a aquel medio desavenido, restableciendo en
él amor, el cariño y el buen ejemplo de sus moradores”.
Efectivamente, es totalmente cierto lo que
publicó el anónimo articulista; de ella se guarda memoria en Xilitla, aun en
los años recientes, no obstante que de aquel Hospital de San Vicente de Paul
han transcurrido a la fecha más de cien años.
Un distinguido Xilitlense como lo fue el
Lic. Justo Vázquez González, publicó en la revista “Valles” número
correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988 un breve artículo titulado “Jesusita
Almaraz. Heroína Olvidada” en el que entre otras cosas dice lo siguiente:
“… debemos los Xilitlenses recordar que
hemos sido algo ingratos ante el tributo que debemos pagar a la memoria de una
mujer, que como ángel tutelar de aquel pueblo, fue todo amor para el desvalido
y largueza ante el infortunio del enfermo, que abatido por la miseria, lo era
también por los sufrimientos dolorosos de sus padecimientos. Esa mujer
desprendida, con espíritu de amplia caridad, no solo recogía a los huérfanos y a
las viudas miserables a quienes daba asilo, asistencia y cariño en su casa;
sino que levantó un local compartido y dispuesto destinado a hospital, para
aliviar el sufrimiento y el dolor de los enfermos sin elementos y sin familia,
costeando de su propio peculio la atención curativa, la alimentación y el
servicio de esos necesitados de una mano compasiva en sus humanas necesidades”.
La obra benefactora de Jesusita Almaraz se
extendió como se ha dicho, hasta recoger niños huérfanos; uno de ellos, llamado
Modesto Parra se formó a su lado y la acompaño muchos años. Además, como mujer
cristiana que era, colaboró en diversas ocasiones a aliviar las necesidades de
la iglesia de su pueblo con frecuentes donativos.
Todos esos gastos que demandaba su
desbordante caridad, pudo sostenerlos
con su propio y personal trabajo o industria. Había fundado en el propio
Hospital de San Vicente una fábrica de cigarros torcidos a mano llamada “La
Luz”, en la que los propios asilados trabajaban recibiendo remuneración por sus
labores. Además atendió también su panadería. Fabricaba el chocolate de mesa
que se consumía en el pueblo y tenía una pequeña farmacia.
Se manifestó también como una mujer
progresista y de gran iniciativa; en diversas ocasiones demostró su interés por
todo aquello que pudiera representar el mejoramiento de Xilitla y su región,
así fue como tomó parte activa en diversas iniciativas y proyectos oficiales,
por ello fue frecuentemente requerida
por los jefes políticos y presidentes municipales, habiendo destacado
como la única mujer que tomara parte activa y con gran entusiasmo en esos
asuntos por entonces reservados a los hombres.
Durante las últimas décadas del Siglo XIX
hasta ya entrado el año de 1911, Xilitla vivió una era de prosperidad económica
y tranquilidad social, puede decirse que esta larga época de cuarenta años fue
cuando llegó a ser la plaza más importante del comercio de la huasteca.
Su clima agradable cálido, situado en lo
más alto de la sierra, a una altura de 850 metros sobre el nivel del mar, está
rodeada de elevadas cumbres que favorecen las lluvias y que en algunos meses
son sobreabundantes, por lo que ha sido calificado Xilitla como uno de los
lugares más lluviosos de la república mexicana.
Por todas partes la rodean los cerros, algunos
altísimos, que están cubiertos de tupidos bosques y el panorama es de una
espléndida vegetación. Se desarrolla allí una gran actividad agrícola,
especialmente por el rico cultivo del
café cuyas labores se ven por todas
partes. Esto fue el origen de la gran riqueza agrícola que se inició en
aquellos años hasta encontrarse en notable auge.
Esta creciente prosperidad se vivía en
Xilitla cuando se inició la revolución. El maderismo llegó a esa plaza el ocho
de mayo de mil novecientos once, y fueron los primeros las fuerzas del coronel
Pedro Montoya acompañado de las de Miguel Acosta y Alfredo M. Terrazas; ellos
enarbolaron el Plan de San Luis en contra del Porfirismo que ya se
encontraba en vísperas de su caída. Este programa revolucionario era prometedor
de grandes reformas sociales y tuvo entusiasta popularidad, pues materialmente
arrastró a las multitudes.
Por ésta razón estos primeros
revolucionarios que entraron a Xilitla fueron recibidos con general beneplácito
y no se les opuso ninguna resistencia.
El periódico “El Estandarte” de la capital
del estado, publico por entonces una información periodística sobre estos
hechos, así hemos llegado a saber que éstos revolucionarios maderistas permanecieron en ésta plaza
solamente dos o tres días. Las autoridades ya habían huído a toda prisa y los
rebeldes tomaron algunos fondos de las oficinas del correo y de la Recaudación
de Rentas que habían sido abandonadas.
Sí es cierto que solicitaron algunos
préstamos de las más importantes casas de comercio de la localidad, pero
también consta que esto fue en forma pacífica y que además, quienes les
proporcionaron algo, lo hicieron por gusto por beneficio de la causa. No hubo
ningunas amenazas ni atropellos de ninguna especie. (2)
Pronto supieron estos revolucionarios que
el gobierno había destacado en su contra una partida de ciento cincuenta
hombres, por lo que rápidamente abandonaron Xilitla dirigiéndose a
Tamazunchale, pueblo que ocuparon también en forma pacífica, habiendo sido
vitoreados y aplaudidos en su entrada a dicho poblado.
El año siguiente de 1912, también mayo se
acercó a Xilitla, el llamado General Eduardo Treviñoa al mando de una fuerza de
rebeldes al régimen del Presidente Madero, inclusive inició un ataque el dia
quince, pero no tuvo ningún éxito, pues fue rechazado por los voluntarios del
pueblo que
Bajo las órdenes de don Ignacio Vázquez
les opusieron una vigorosa resistencia obligándoles a huir.
El día veinticinco de mayo del año mil
novecientos trece, llegó a Xilitla un bandido que se decía revolucionario, se
llamaba Nicolás Zarazúa, se dijo que era originario de una ranchería llamada
Guayabos, del municipio de Santa Catarina de la Huasteca Potosina, aunque por
otros informantes se supo que había nacido en Lagunillas, S.L.P., donde había
vivido algún tiempo. Venía acompañado de otro de su calaña llamado Julio del
Castillo, ellos eran los cabecillas, pero era Zarazúa, el otro era un segundón,
ambos mandaban una fuerza de varias docenas de bandoleros que se decían
carrancistas. (3)
Nicolás Zarazúa venía precedido de una
negra leyenda de crímenes, saqueos y atropellos de toda especie. Pronto se supo
que había comenzado sus correrías en Tanlajás, S.L.P., cuando en 1911 se
levantó en armas en compañía del llamado General Apolonio Treviño y Gregorio
Orta en contra del gobierno del presidente Madero y a favor de Vázquez Gómez y
Pascual Orozco. Esta vez esos rebeldes tuvieron algún éxito que los animó a
pasar al estado de Hidalgo, donde Zarazúa y otros cuarenta hombres armados
tomaron la plaza de Huejutla en marzo de 1912.
Fue perseguido en esa región y en abril de
1912 ya se encontraba en la Huasteca Potosina, manteniendo su actitud rebelde,
ahora francamente anti-maderista, por lo que con solo treinta hombres sostuvo
algunos tiroteos con el Regimiento de Carabineros de San Luis Potosí que
mandaba el Coronel José Ignacio Azcárate, quien derrotó y dispersó a este grupo de malhechores.
Pero siguió sus latrocinios, esta vez
merodeando en la Huasteca Veracruzana, desde donde a fines de noviembre de 1912
comenzó a amagar algunas fincas de esa región y después asaltó la rica
población de El Higo, Ver., que logró tomar el cinco de diciembre de ese año.
(4)
Desde entonces anduvo a salto de mata en
los límites de los estados de San Luis Potosí y Veracruz. Comenzaba el año de 1913
cuando Nicolás Zarazúa y su horda de bandoleros llegaron a la villa de
Aquismón, S.L.P., allí quemaron tres casas, dos eran de los hermanos Enríquez
García, Abraham y Federico; la tercera fue la de doña Tomasa Lárraga. Además se
llevó prisionero a don Bulfrano Enriquez para exigir por su rescate dos mil
pesos, mismos que tuvieron que darle.
En las tres casas que quemaron en Aquismón
se habían almacenado grandes cantidades de café y de piloncillo, por lo que al arder,
se dice que llegaba el olor a café quemado hasta varios kilómetros del pueblo.
(5)
Cuando se supo en Xilitla que se acercaba
Nicolás Zarazúa y su gente, cundió una gran alarma en el pueblo. Ya se sabían
sus crueldades y todo mundo recordaba el entonces reciente incendio que había
hecho en Aquismón. Un día amaneció la noticia de que todas las autoridades
locales habían salido sorpresivamente de Xilitla; fue entonces cuando la alarma
general tomó caracteres de terror colectivo por lo que comenzaron a huir
algunas familias conocidas, mientras otras
Hacían preparativos de viaje. Los hombres
que no pudieron salir buscaron esconderse como mejor pudieron temiendo por sus vidas. Muy pocos fueron los
que presenciaron la entrada al pueblo de la columna armada.
Llegaron por las principales calles de
acceso, como que, efectivamente habían rodeado la plaza ya indefensa, se oían
disparos aislados y otros más lejanos; al frente venía la caballería encabezada
por Zarazúa y Julio del Castillo. Les rodeaban y seguían un grupo de bandoleros
a caballo carabina en mano y cruzaban sus cuerpos las carrilleras de cartuchos.
Las calles desiertas se poblaron con el estrépito del claquear de las pezuñas
de las monturas en el empedrado, a su paso flotaba en el ambiente la
pestilencia de hombres y bestias trasudadas.
Después seguía un tropel de varias docenas
de hombres a pie, algunos con el rifle en las manos llevando terciadas las
cananas repletas de balas, otros llevaban el arma al hombro o la arrastraban
por el suelo; los más, solo agitaban al aire sus amenazantes machetes o
“güingaros”. Sobre el estrépito de la columna armada sobresalían , a pausas,
los ininteligibles alaridos en idioma
husteco o mexicano. Efectivamente, era la indiada en tumultuoso desorden, muchos venían
semi-desnudos, algunos tocados con raídos sombreros de palma, otros mostraban
la pelambre eriza sobre uno ojos de mirada homicida.
Aquella avalancha de gente iba con gran
vocerío hacia la plaza de armas y pronto invadió el ancho espacio presidido por
la mole imponente y pesada del convento con sus recios muros ; a uno y otro
lado de las calles todas las casas
estaban cerradas; hombres y bestias se arremolinaron frente a la
Presidencia Municipal llegando hasta las bocacalles inmediatas. Sobre el desordenado griterío emergían, aquí y allá
reiteradas órdenes de mando.
Se escucharon los golpes de los culatazos
destruyendo las puertas de todas las dependencias oficiales y siguieron con las
de las principales casas de comercio
local. Todas fueron totalmente saqueadas, entre ellas la próspera negociación
llamada “La Silleta”
Nicolás Zarazúa, en medio de la plaza
gritaba sus órdenes, la chusma incontenible destruía todo lo que encontraba a
su paso y pronto pudo verse que a media calle o en las aceras de la plaza se
iban acumulando los despojos de aquel total vandalismo; muebles rotos, costales
de granos, diversas mercaderías, cajas y cajones de madera rotos a culatazos,
aparejos de bestias, montones de ropa; en el suelo anchos regueros de maíz y
frijol y toda clase de artículos destruidos y en desorden.
Pronto circuló una orden terminante, por
los frentes de todas las casas del centro comenzaron a formarse tambores y
latas de gasolina, petróleo y aceite.
Era evidente que pretendían quemar a todo
el pueblo. Estaban en esto, cuando una mujer, llorosa y desolada se llegó a la
casa de Jesusita Almaraz, ella le informó de las siniestras intenciones de
aquellos malvados; así pudo darse cuenta de lo que le esperaba a su pueblo;
iban a hacer en Xilitla lo que ya habían hecho en Aquismón. Sabía además, que
no había ningún hombre que osara siquiera acercarse al feroz cabecilla.
Jesusita no esperó más, y resueltamente,
ella sola, salió de su casa y a toda prisa se encaminó hasta la plaza de armas invadida por aquella
multitud de salvajes; entre ellos, atravesó oyendo a su paso las insolencias y
amenazas que le dirigían, así pudo llegar a enfrentarse a Nicolás Zarazúa.
Era imponente el aspecto de éste bandolero
de turbia mirada y feroz barba crecida; se cubría con sombrero de charro las
revueltas greñas, tenía cruzadas al pecho las carrilleras repletas de balas,
hasta las rodillas le llegaban los pantalones de montar, traía polainas de
cuero y su mano derecha descansaba en la culata de su pistola.
Ante él, mínima, indefensa y vestida de
negro, estaba Jesusita. El bandido advirtió aquel rostro moreno y apacible, la
frente despejada y el pelo negro recogido hacía atrás en un pequeño chongo;
había en su mirada una expresión resuelta de penetrante atención.
Ella comenzó a hablar, se dice que le
sugirió la reflexión de que no dejara un
mal recuerdo, ya que el pueblo ningún daño le había causado; después su voz
tomó acento de firme convicción cristiana, le hizo ver que debía temer la ira
implacable y el castigo de Dios, si llegara a consumar la destrucción del
pueblo.
El bandido la interrumpió con bronca voz,
y sin miramientos de educación, con la mayor grosería, la ofendió de manera
procaz, con atrevimiento y desvergüenza, pero ella de desatendió de esos
improperios insolentes, ofreciéndole el dinero que tenía, eran algo de más de
seis mil pesos en plata, además su alhajas, su propio caballo y algunas otras
bestias que estaban en los corrales de su casa.
Pareció ablandarse el corazón de aquel
hombre, y preguntó donde podía recoger todo aquello, ella alzó el brazo
señalando su casa inmediata, y desde luego allá se dirigieron rodeados de una
docena de hombres armados. Entraron por el portón abierto, sin quitarse
siquiera los sombrerotes y se apostaron en la mínima sala, era un sencillo
ajuar de sillas de bejuco “Viena” y al centro una pequeña mesa cubierta con un
tejido a mano, en las paredes de la estancia colgaban algunas imágenes
religiosas, eso era todo.
Jesusita iba y venía del interior llevando
a la sala las talegas de lona con pesos de plata “del cuño del resplandor” y al
final llevó una arquilla antigua, allí lucía un fino reloj de oro con su
leontina, lo sacó el bandolero sopesándolo y se lo guardó, después vació la
caja llenando el cuenco de su mano con un crucifijo de oro, unos aretes finos y
algunas valiosas medallas religiosas, mucho de aquello eran joyas de la
familia. (6)
Preguntó por el caballo y las demás
bestias, Jesusita indicó el fondo de su casa, donde estaban la caballeriza y
los corrales; hacia allá fueron algunos hombres y a poco regresaron conduciendo
por el portalón el caballo, algunas mulas y burros y, sin más comenzaron los
bandoleros a retirarse. Ya en la puerta de su casa, Jesusita escuchó al
cabecilla sus últimas palabras que fueron de amenazante despedida:
“Ordene usted señorita, que de inmediato
tiren el líquido inflamable, porque si no lo tiran, dentro de media hora, no le respondo de las
consecuencias, ya que no podré retener a mi gente”…(7)
Seguramente que el bandolero repitió
la misma orden de tirar en la calle todo
el combustible, porque de inmediato comenzaron a hacerlo; solo se escuchó
después el rodar de los tambos vacíos y el ruido de las latas de petróleo y de
gasolina arrojadas al arroyo de la calle. En ésta forma se salvó Xilitla de
haber sido incendiada por los bandoleros.
Nicolás Zarazúa y su gente estuvieron en
Xilitla los días veinticinco y veintiséis de mayo de 1913.
Después que salieron se supo que habían impuesto
préstamos forzosos a varios comerciantes y vecinos de la localidad; uno de los
más perjudicados fue don Ignacio
Zorrilla (Padre), pues mediante la amenaza de quemarles su casa obligaron a su
esposa a entregar la cantidad de dos mil quinientos pesos, que fue lo que le
asignaron como préstamo, y ella, por conducto de los señores Antonio
Ybargüengoitia y Carlos Cursio, comerciantes de la plaza, los entregaron al
cabecilla quien además exigió que le entregaran un caballo y una yegua de
silla, así como otros animales propiedad del señor Zorrilla. (8)
Después de estos latrocinios y desmanes
que cometieron en Xilitla, esos mismos rebeldes, unidos con otros de su calaña,
atacaron y tomaron la Villa de San Ciro, S.L.P., a fines de junio de 1913. (9)
Jesusita Almaraz no recibió nunca un
reconocimiento oficial por aquel sublime
acto de heroísmo, pero todo el pueblo
guardó en su corazón el recuerdo de aquello que pasó a la tradición como
un hecho memorable que todavía lo repiten algunos Xilitlenses.
Ella siguió su vida de trabajo y caridad.
Y admirada, respetada y querida por todo el pueblo, acabó sus días en el año de
1918, algunos dijeron que murió de un mal cardiaco, otros familiares suyos
refieren que fue la influenza española, que por entonces hacía estragos en la
huasteca.
Lo cierto es que su muerte fue luto
general y todo el pueblo la acompañó hasta su tumba.
Años después un grupo de prominentes
hombres de Xilitla lanzaron las iniciativas de levantar un monumento a la
memoria de ésta mujer extraordinaria:
VERDADERA
BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA
NOTAS.-
1.-
Entrevista concedida al Lic. José Francisco Pedraza, por la señora
SIRENIA ZORRILLA DE VAZQUEZ DE PUGLIESE, quien le proporcionó la información
relativa a la Señorita MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ, su familia, y los
acontecimientos que ella vivió durante la revolución. Dicha entrevista se
realizó en la segunda quincena del mes de abril de 1989
2.- Alfonso Llamazarez Zúñiga.- Artículo
titulado “Xilitla también pasó lista de presente en la Revolución” publicado en
la página 11 de la revista “El municipio” Organo Oficial del Instituto
Municipal Mexicano.- Año 2 No. 10 Epoca junio-julio de 1977.- Además reportaje
titulado “Xilitla y Tamazunchale en poder de los rebeldes” publicado en el periódico
“El Estandarte” de San Luis Potosí, No. 6069 del viernes 12 de mayo de 1911.
3.- Dato en el artículo anónimo titulado
“María de Jesús Almaraz” Publicado con el retrato de ella.- y además en el
reportaje titulado “El Zapatismo en el
país”, sub-titulo “Quienes son los cabecillas”, publicado en el periódico “El
Adelanto” de San Luis Potosí, No. 227 del 3 de septiembre de 1913
4.- Ramírez Lavoignet, David.- Pag. 25 del
folleto “Notas Históricas de Tempoal” S.p.d.i.- 1973
5.- Artículo anónimo titulado “Comentarios
y datos sueltos de ayer”, pags. 16 y 17 de la revista “El Municipio” dedicado a
Aquismón, S.L.P., No. 14 correspondiente a febrero-marzo de 1979
6.- Son numerosas las referencias que se
han publicado acerca de la heroica intervención de la Señorita María de Jesús
Almaraz, quien fue la única persona del pueblo que se atrevió a tratar con el
bandolero Nicolás Zarazúa, para lograr que este no quemara Xilitla, como lo
pretendía. Algunas referencias ya se han citado, otras son las siguientes:
1.- Artículo anónimo titulado “Corta
apología de la inmortal Tía Jesusita Almaraz” Xilitla, S.L.P., publicado con el
retrato de ella en la página 7 de la revista El Municipio.- Año 2 No. 10, 2ª. Epoca, correspondiente a junio-julio de
1977, número dedicado a Xilitla, S.L.P.- 2.- Artículo titulado “Jesusita
Almaraz, Heroína Olvidada” por el Lic. Justo Vázquez González, fechado en
Tamazunchale, S.L.P., en agosto 12 de 1968, publicado en la página 6 de la
revista Valles, número correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988.-
Reportaje titulado “Una señorita salvó a los habitantes de Xilitla” publicado
en el periódico Adelante, de San Luis Potosí, el 11 de junio de 1913.
7.- Artículo anónimo publicado en una
revista de la Huasteca Potosina, titulado “María de Jesús Almaraz” con retrato
de ella, en la sección Mujeres Mexicanas
8.- Texto de una Acta levantada en la
Presidencia Municipal de Xilitla, S.L.P., 9 de julio de 1913
9.- Reportaje publicado en el periódico El
Adelanto de San Luis Potosí, No. 182 10
de julio de 1913