Las Posadas.
¿Recuerda alguno de
ustedes las posadas que se hacían en los años 60’s ó 70’s?
Aquí en Rioverde fue muy querida y
aceptada esta costumbre, se hacía la novena empezando el día 16 de diciembre
para terminar el día 24.
Era tan grande la costumbre que recuerdo
que en la calle Jiménez, la familia Figueroa tenía un nacimiento del tamaño de
todo una habitación y tenían la ventana abierta para que toda la gente lo
admirara.
En cada calle de la ciudad era común ver,
por estas fechas, una reunión de familias yendo en procesión, ahí las familias
iban rezando y cantando alegremente villancicos. Caminaban en procesión para pedir
posada a otra casa en donde ya eran esperados. Una vez que se terminaba el
canto para pedir posada con el famoso: “¡Entren, santos peregrinos!”,
entraban al frente los peregrinos a su nueva morada, acto seguido se rezaba y
se le cantaba al niño dios, y terminando de rezar entregaban los dulces y se rompía
la piñata, hace algunos años la piñata se rompía en la calle sin problemas de
que pasaran carros o que estorbaran pues las posadas eran aceptadas por la
población en general.
Era tradicional que en las bolsas de
dulces que se entregaban a cada uno de los participantes llevara su pedazo de
caña, cacahuates, su mandarina, los dulces de colación y las galletas de moñito.
En nuestro barrio, siempre nos reuníamos
todas las familias, las posadas eran muy bonitas porque asistían todas las
familias vecinas, familias como los Correa Escalante, los López Cabrera, los
Escobar Guevara, los Álvarez, los Guerrero, los Ríos Barrientos, los Méndez,
los Villalobos, las Moreno, las González, los Ríos de la sastrería, y después llegaron
nuestros hijos y otras familias como las Morua Vega y los Gonzales; entre los
que recuerdo.
Sin embargo, quien se encargó de organizar
las primeras posadas fue “Don Noto”
(Otilio Álvarez), el cual era el dueño de la tienda que estaba a mitad de la
cuadra, ahí era el punto de reunión para todas las familias de la misma, aparte
de que las familias adquirían en ese lugar lo necesario para las tareas domésticas,
también nos reuníamos en su casa para jugar a la lotería, un juego al que por
cierto era muy aficionado Don Noto; lo jugábamos en el mostrador de la tienda o
adentro de su casa, ahí tenía un pasillo donde había una mesa grande donde cabía
una cantidad de gente considerable y se ponían buenas las partidas de lotería,
la entrada era de 5 o 10 centavos por tabla y 5 centavos al que le tocara
esquina, ya sabrán ustedes que el que ganaba se llevaba su buena cantidad de
dinero.
La familia Álvarez tenía buena aceptación
entre la gente del barrio de tal manera que cuando les tocaba organizar las
posadas era la mayoría si no es que todos asistíamos a ellas.
Muchas de las piñatas eran elaboradas por
las mismas familias, recuerdo una garza que hizo la familia Correa, todos ellos
eran de profesión albañiles y además muy creativos pues hicieron una estructura
de alambre y lo cubrieron de cartón de los que llevan los costales de cemento, así
que ya ustedes sabrán o entenderán que fue imposible romperla por lo compacto
que estaba. También de muchos otros tipos de piñatas, las demás familias las
hacían normalmente de un jarro de barro forrado de papel periódico y de papel
de china normalmente simulando una estrella ya que así es como lo dicta la
tradición, –la piñata en forma de estrella tiene su significado que ya en otro
relato hablaremos de ello– rellena de dulces y naranjas donde al romperla todos
corríamos a recoger lo más que se pudiera de ellos.
El último día era especial por ser la
venida del niño dios, ese día normalmente se hacían tamales con atole o ponche y
buñuelos, ese día los padrinos vestían al niño dios y se le hacían cánticos.
Y al día siguiente era ver que nos había traído
“Santa Clos”, cualquier juguete que nos
trajera nos dejaba contentos, yo siempre le pedí un jeep de pedales de la marca
“Apache” que estaba en la tienda “La Casa de Confianza” un negocio de la calle
del Comercio y nunca me lo trajo, en lugar de eso me traía pelotas, soldaditos
o algo sencillo, como una vez que recuerdo bien que me trajo un carrito de lámina
lleno de garapiñados, regalo sencillo pero que me llenaba de alegría.
Yo creo que lo más importante de estas
fechas (y de lo cual no nos dábamos cuenta) era la convivencia, la reunión
entre familias y el convivir en armonía, muy de cerca entre todos, que
mirábamos la vida de otra manera, donde no existían envidias ni enojos sino que
todo se miraba más blanco y color de rosa, en donde se disfrutaba una
festividad que nos acercaba más como familias y como vecinos y que sin duda nos
dejaba una sonrisa y un grado de satisfacción muy grande.