domingo, 28 de enero de 2018

J. Refugio López Martinez

Uno de los Personajes importantes de Rioverde.
nació el 1º. De septiembre de 1891 en la hacienda de Guayana, municipio de Jesús María, Aguascalientes, sus padres fueron Casildo López y Tomasa Martinez. A temprana edad quedo huérfano de madre. Para 1913 ya trabajaba en el ferrocarril Central como telegrafista designado en la estación de San Bartolo S. L. P. ahí conoció a don José L. Maldonado quien lo invito al comercio, por lo que se radico en esta ciudad. Pronto se avoco a la compra y venta de productos de la región creando un importante consorcio influyendo en la economía y desarrollo de la región que marcó una época.
En 1921 caso con doña Gregoria Govea Reséndiz, nacida en Buena Vista municipio de Victoria, Gto., y radicada en San Ciro, de esta unión nacieron Ana María, José Refugio, Gilberto, Arturo, María Elia, Beatriz Bertha, José Antonio y Raúl.
Al poco tiempo se trajo a su padre a esta ciudad, porque don Casildo nuevamente había quedado viudo, y aun niños, huérfanos de madre a J. Guadalupe y Adolfo quien tiempo después llegaría a ser Presidente Municipal.
Don J. Refugio López Martinez se asoció con don José Martinez Ortega y constituyeron la firma López y Martinez, Productos de Rioverde, distribuidora de Productos de Rioverde, después cambio a J. Refugio López y Cía., sucesivamente.
La sociedad adquirió, junto con el Gral. Ildefonso Turrubiates el Ingenio y Bosque de San Marcos, el cual se embellecía con un área arbolada de sabinos cruzada por arroyos, ahí por su belleza se hacían los festejos y comidas de manera tradicional, también para los candidatos presidenciales, como Álvaro Obregón y Lázaro Cárdenas.
Formo parte en las Juntas de Mejoras Materiales, y de las agrupaciones en bien del mejoramiento de la ciudad, siendo su mayor interés el crecimiento del municipio y el desarrollo de su gente, apoyo la pavimentación con adoquinado. Con gran cariño siempre se expresó muy bien de Rioverde, incluso comentaba que lo quería más que a su natal Aguascalientes, pues aquí conoció a su esposa y fue donde nacieron sus hijos.
Después de su muerte en 1943 el consorcio se convirtió en Mercantil de Rioverde, donde ingresaron más socios, siendo su principal accionista doña Gregoria Govea viuda de López, Adolfo López Días, J. Guadalupe López Díaz, Federico Martinez. La Mercantil de Rioverde adquirió cinco vagones del ferrocarril que circulaban con el nombre de Gregoria viuda de López, donde todos los días salían a distribuir los productos de las cosechas que adquirían.
En sociedad con don José Martinez, don José refugio López había adquirido el predio denominado los “Portales Grandes” sitio donde había sido el cuartel de don Florencio Barragán, situado entre Plaza Constitución y las calles Gabriel Martinez y Madero, quedando escriturado a nombre de sus respectivas esposas, señoras Gregoria Govea y Guadalupe Castillo de Martinez. Cuando don Refugio López intentaba construir hotel, casino, y cine le sobrevino la muerte, solamente quedo la maqueta y el plano proyecto del arquitecto Carlo Crombre, mismo que en la capital del estado diseño y construyo el Cine Alameda.
El predio del cuartel de don Florencio Barragán conocido también como los Portales Grandes se dividió, y doña Gregoria Govea viuda de López en su parte que le correspondía, a principios de 1950 empezó a construir el edificio del Hotel Plaza, con un costo de $ 500,000.00 con dos pozos, uno de agua delgada y otro de agua gruesa. La construcción la dirigió el Ing. Jaime Alfonso Sandoval Hernández como encargado de la obra, era un reconocido ingeniero de Morelia, quien había construido la plaza de toros y los edificios más emblemáticos de aquella ciudad.
Antes de construirse este edificio no existía en la ciudad un hotel moderno y funcional con todos los adelantos y comodidades de la época, con un diseño de vanguardia. Fue el primero en su género.
La inauguración fue en Semana Santa de 1952, inicialmente conto con 30 habitaciones, lavandería, salón de fiestas, locales comerciales, de arquitectura náutica, que era el estilo en boga, dando cumplimiento al deseo de don José Refugio López Martinez quien fue un hombre visionario que con sus conocimientos, experiencia y amistades en el transporte creo un importante consorcio que inicio en los años 10 del siglo XX, y abrigo la idea original de construir un hotel moderno para la ciudad.
Antes de concluir, habría que mencionar que, en la ciudad, no se había visto un velorio y un sepelio que aglutinara tanta gente como el de don José refugio López Martinez, su casa estuvo abierta y hacían filas para poderlo ver, y rezarle. Con estas demostraciones se intuye que fue una persona muy querida por el pueblo y por sus trabajadores como lo demuestran fotografías de la época. El cortejo ya iba en la Plaza San Antonio y aún seguía saliendo gente de la iglesia.
También habría que referir que, por su parte, doña Goyita, como cariñosamente se le conocía a la señora Govea de López, ayudaba a la gente de manera moral y económica, siempre para todo aquel que tocara a su puerta solicitando su apoyo, para ello tenía un botiquín para curar a quien lo necesitara, incluso hasta los pasaba para que se bañaran y comieran para aliviar con ello, sus necesidades más apremiantes. Cosa que pocas personas hacían en beneficio de sus próximos.
Otra anécdota de la casa López, fue cuando Mario Moreno, Cantinflas, acompañado de Valentina Ivanova Zuvareff su señora esposa, visito Rioverde invitado por el coronel Arturo Godínez, por 1949, a hospedo en la casa de doña Goyita Govea, lo llevaron a pasear a las huertas de la familia López, fue cuando solicito podas de naranjo que injertaría después en su rancho “El detalle” de Ciudad Valles

Tomado de Los Nombres de las calles de Rioverde y Ciudad Fernández, libro en tramite.

domingo, 21 de enero de 2018

Ex Hacienda La Angostura y su obra “Las Lumbreras”

Las Lumbreras una obra hidraulica del
siglo XIX
Parte de su historia:

En Pastora y Angostura “Los Canelos” existen las ruinas de esta importante ex hacienda que gozó en su época de esplendor con una extensión territorial de 300 mil hectáreas y más de 23 mil cabezas de ganado.
Para alcanzar a apreciar el poder económico que tuvo, hay que visitar: el molino, las lumbreras, las trojes de Santa Teresa, las estaciones de San Bartolo y Tablas, y el pueblo Villa de Pastora
Se dice que la ex hacienda se erigió primero como una misión a cargo del coronel español José de Escandón y del capitán Francisco Mora con el propósito de congregar, proteger y convertir a la religión católica a los indígenas pames que vagaban por el monte en 1757.
Luego que el capitán comprara la Hacienda La Angostura, los indígenas fueron explotados hasta que se revelaron durante la revolución y por órdenes del general Saturnino Cedillo, saquearon y quemaron todo para exigir al gobierno una reforma agraria inmediata y radical.
En Angostura se edificaron “las lumbreras” el cual es un paisaje único en su género a nivel estatal, la historia nos dice que En 1847 los señores del Conde del Peñasco de la Hacienda de Santa Rosa de Angostura mandaron construir magna obra hidráulica que consistió en edificar un acueducto o túnel de 1.50 metros de ancho por 2.20 metros de altura por debajo de un cerro,  el cual se encuentra en la comunidad de Progreso, el canal de agua para regadío de tierras fértiles del otro lado del cerro se hizo sobre su propio nivel por lo que dinamitaron debajo del propio cerro para realizar el acueducto que conduciría  el agua al otro extremo.


También se construyeron en forma perpendicular, sobre el mismo canal doce socavones u hoyancos para conectar la parte de arriba del cerro con el propio acueducto. A éstos respiraderos se le conocen como “las lumbreras” y se encuentran distribuidos a lo largo de los 600 metros lineales del propio cerro, los socavones fueron construidos para darle oxigenación al vital líquido; a mitad de los doce respiraderos se encuentra uno de ellos edificado a 45 grados por donde las personas bajaban para mantenerlo limpio. Cada lumbrera, en su superficie, mide aproximadamente cuatro por 2.5 metros y el más alto tiene una longitud de 20 metros, cabe decir que la obra se terminó de construir en 1855.

Alrededor del cerro se encuentran trojes o graneros en donde se almacenaba la semilla que se producía en los campos, para después hacerla llegar a la Hacienda para su redistribución. La vegetación de este lugar es de matorrales, con gran cantidad de cactáceas, como las biznagas gigantes, las cuáles tardan hasta 50 años en llegar a su madurez y son usadas para hacer postres de dulce. 


De los apuntes de Elenita Rodriguez de la Tejera.

domingo, 14 de enero de 2018

Mayor Felipe Martínez

Esta es la historia de quien se levantó en armas en la fallida rebelión de 1938 en contra del gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas. Así, por dieciséis años vivió de rebelde en el llano y murió peleando. Los titulares de los periódicos refirieron: combaten a tiros federales y rebeldes. Tropas del 34 batallón de Infantería y del 51 Cuerpo de Defensas Rurales, durante un tiroteo sostenido con un grupo de facinerosos al mando del ex mayor cedillista Felipe Martínez, dieron muerte a este y a su sobrino Filiberto. En el Capulín tenía el cuartel general.
Pero, ¿Quién fue el mayor Felipe Martínez? Nació en Ciudad Fernández, por 1895, en 1930 vivía en la calle Álvaro Obregón de Ojo de Agua de Solano, después vecino de la colonia militar 20 d Noviembre, doña Marcelina Castro era la señora de él, un hombre grande, trigueño.
Nació en la majada de los Patios, entre San Francisco y Santa Rita, hijo de Prospero Martínez y Eustolia López. En un principio peón oprimido, inconforme con el sistema su padre busco a los líderes regionales y se unió a ellos en contra del gobierno, llevo a su hijo Felipe y se lo presento a Magdaleno Cedillo, y este le dijo:
Estas muy joven y ¿ya sabes a lo que vienes? En esta lucha si no matas te matan. Anduvo padre con hijo en los diferentes enfrentamientos peleando al lado de Magdaleno Cedillo, hasta que en los combates de San Francisco de 1915, el ya capitán Prospero Martínez cayó muerto en el Sabinito. Entonces los rebeldes pidieron que Felipe los comandara, de principio se rehusó porque aún era muy joven pero después acepto.
Cuando cayó muerto el Gral. Magdaleno Cedillo, en noviembre de 1917, lo sustituyo su hermano Saturnino Cedillo y Felipe siguió peleando a su lado.
Hasta que se adhirió al Gral. Álvaro Obregón, al triunfo de este, Felipe formo parte del ejército regular y lo comisionaron para abrir y fundar la colonia Agrícola Militar del Ojo de Agua de Solano, 20 de Noviembre, no obstante que a él le toco repartir y que pudo allegarse varias parcelas, solo tomo su parcela que le correspondía como a cualquier otro de sus soldados. En la nueva colonia también se asentaron sus hermanos Alfredo y Natividad.
Por su valentía y por el fiel cumplimiento de comisiones se ganó más la estimación de Saturnino Cedillo y tuvo nuevas encomiendas. En 1926, tuvo a cargo investigación del homicida del comerciante Chale Kon. En 1932, el caso de Ramón rojas homicida del mayor don José de la L., además siguió a Saturnino Cedillo en el combate contra de los cristeros de Jalisco.
Cuando era capitán y empezaba el conflicto de los cristeros, le avisaron que estos habían tomado la cuesta de la negra, ubicada de Atotonilco arriba, y con solo 25 hombres combatió a 100 de ellos
El mayor Felipe Martínez obtenía mayor prestigio, y en 1943 fue presidente Municipal de Ciudad Fernández, así continuo respondiendo a su influencia dentro del régimen cedillista. Cuando el congreso potosino desconoció al gobierno central, en apoyo al general Cedillo, Felipe también se levantó en armas, junto con otros líderes campesinos, principalmente, de La Reforma, del Refugio y de Plazuela.
Junto con Pascual Gerardo, el mayor Felipe Martínez afortino gente en la rivera del rio y levanto un tramo de la vía del ferrocarril a la altura de Mojarrillas. Ahí espero a los federales; el encuentro se dio a las seis de la tarde del 20 de mayo de 1938 cuando se acercó el general José Larraca Rico del 17 regimiento, en un tren con tropa a los lados. Las ráfagas de ametralladoras se extendió con sangre, después de la refriega los insurrectos se dispersaran.
El 10 de enero de 1938, su líder Saturnino Cedillo murió asesinado en una serranía, y la rebelión fracaso; poco a poco todo llego a la normalidad, dieron facilidades para que los rebeldes se rindieran; sin embargo, el mayor Felipe Martínez no reconoció al gobierno. Tampoco regreso a su casa. Se quedó en el monte que se conoce como El Llano, primero con un grupo de gente armada; después, solo con su sobrino.
En cualquier punto del Llano o en algún recoveco; cuando el campo estaba arbolado, con veneros de aguas diáfanas, y no había cercas como ahora.
Así vivió Felipe de rebelde, lo perseguía el ejército pero no lo capturaba, conocía todos los rincones del monte, en cada incursión se escabullía y era protegido por la gente de las comunidades. En respuesta, Felipe reunió gente para aliarse al candidato a la presidencia de la Republica, en apoyo al general Juan Andreu Almazán oposito al régimen, y en 1940 tomó por asalto la presidencia municipal de Rioverde y se retiró. Se le acuso de incitar a un levantamiento en armas en la campaña política de Miguel Alemán a la presidencia de la Republica.
Cuando fue gobernador Gonzalo N. santos, comisiono a Tomas López Flores, buscador oficial de ladrones y bandidos, quien los aprehendía, levantaba el acta y los fusilaba, pero solo logro capturar a la familia. Ni el rencor del cacique ni su temerosa “mano negra” pudieron exterminarlo.
Su alma rebelde se acercaba con amistades de los ejidos donde lo protegían. En las fiestas de la zona siempre se le veía armado. Se paseaba en las rancherías con su perro don Polo, su carabina 32.20 y una pistola Destroyer del mismo calibre.
Los leñeros del barrio de los Ángeles se lo encontraban en su caballo El Centella, quienes le llevaban alimento y bebidas. “yo también me lo encontraba-dice Martin Castro, cronista del barrio de Los Ángeles- pero a nosotros no nos hacía nada. En verdad, nunca nos molestó.”
Felipe recibía quejas de las arbitrariedades que se cometían en el Llano y hacia justicia, desterró asaltantes, despojadores y restituía el daño a las víctimas, atendía quejas de agravios aunque fueran menores, ahí era la autoridad de facto.los familiares de los ajusticiados tramaron venganza, trataron que Felipe cayera en manos de la autoridad.
El 12 de julio de 1954, en el camino a Santa Rita, el 51 cuerpo de Defensas rurales de ese lugar sostuvo un enfrentamiento contra Felipe quien al contra atacar mato algunos de ellos. Pr lo cual el mayor Miguel Méndez Lara personalmente se encargó de organizar la batida.
Por otra parte, el Brigadier Juventino Bolaños Huerta, comandante del 34 B. de I. peino materialmente el llano y la sierra de San Francisco e instalo una partida militar en el ejido. Así el Encargado fue recopilando informes de Felipe, luego se instaló la Defensa Rural para perseguir a los abigeos, y tratar de asumir el control del Llano. Sin embargo, los militares por si, nunca lograron acabarlo sino los rurales de San Francisco.
Había una familia antagónica a Felipe, un miembro de esa familia era soldado rural quien se comprometió a entregarlo. Organizo un baile e invito a Felipe donde lo quiso emborrachar, pero este se dio cuenta que el anfitrión no tomaba, solo le cargaba bebidas a él. Por eso mejor se retiró de la fiesta, pero fue encaminado por el anfitrión quien dio aviso a los rurales y estos a la partida militar, les señalo el camino del Tanque de Remigio por donde se fue. Lo siguieron por la “Loma del Maguey”, más adelante se enfrascaron en un tiroteo que duro medio hora donde mataron a Felipe. Los promontorios del terreno semi-plano sirvieron de trincheras.
En una camioneta con banderas negras y de México traían el cadáver de Felipe, primero se le juntaron cinco gentes, a medida que pasaba por los ranchos se le agregaban mas, desafiando las represalias del gobierno, al ver que nadie decía nada se le unieron más y más.
“yo también vi la camioneta con la bandera negra que pasaba por el barrio de los Ángeles afirmo Martin Castro- traían resguardado el cadáver del mayor Felipe Martínez, así murió Felipe un 2 de agosto de 1954” “también fui al sepelio-añade-, porque el Mayor tenía mucha ascendencia y era muy querido en esta región. No pude entrar al cementerio de Ciudad Fernández, me quede afuera porque sus seguidores no cabían”, en efecto, desde las 11:00 horas contemplaban el cadáver, a pesar de la lluvia amarga nadie se movía, no asimilaban que hubiera muerto su líder. Serían las siete de la tarde cuando al obscurecer dijo uno: “hay que enterrar a Felipe.-si, hay que enterrarlo”-repuso alguien-, pero su alma rebelde nunca se rindió, aun se le ve tocando el tambor del Llano en su caballo Centella, con su pistola Destroyer, su perro “don Polo” y su carabina 32.20

Tomado del libro en trámite “El Nombre de las calles de Rioverde y Ciudad Fernández”

domingo, 7 de enero de 2018

MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ

Foto proporcionada por Fernando Chavira Lopez
de acuerdo al libro XILITLAN TAZIOL
de don Alfonso T. Llamazares Zuñiga.

MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ

VERDADERA BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA

POR EL LIC. IGNACIO CERVANTES ALVAREZ

Srita. María de Jesús Almaraz Rodríguez, fue hija de don Antonio Almaraz y su esposa la señora  doña Agustina Rodríguez.
La familia radicaba en Landa, del estado de Querétaro y eran de las personas prominentes de ese lugar, éste matrimonio tuvo varios hijos, la mayor era Maximina, seguía en orden de edad Ángela, después María de Jesús; que fue la benefactora de Xilitla, S.L.P., las hermanas menores eran: Pastora, Andrea y Olalla, entre ellas un hermano llamado Blas.

Esta familia había llegado a Xilitla en los años inmediatos a la caída del Imperio, seguramente buscando tranquilidad y un mejor porvenir. Allá en Landa, habían sufridos molestias y atropellos en especie, además, sus propiedades estaban intervenidas como las de todas las personas pudientes que habían manifestado sus simpatías por los imperialistas.

Sin embargo, de éstas dificultades económicas que padecían, las niñas pudieron ser enviadas a la ciudad de Querétaro, donde recibieron esmerada instrucción con una maestra europea, que había sido del grupo de profesoras que trajo al país la Emperatriz Carlota Amalia y que se había quedado a radicar allí, donde impartía clases particulares para sostenerse.

Muy jovencita todavía, María de Jesús tuvo que hacer frente a las necesidades de la familia, ella y su hermana Andrea se dedicaron a hacer pan en su propia casa, y en esto tuvieron gran éxito; era el mejor pan que se hacía en el pueblo; después cada una de ellas tuvo su propio negocio de panadería y Jesusita por su parte, inició además la fabricación de chocolate de mesa, esto la animó para iniciar otras actividades en el comercio lugareño. (1)

Por entonces en Xilitla se iniciaba una próspera época de actividades comerciales, alentadas quizá por la promisoria riqueza del cultivo del café que en la década de los ochenta apenas había comenzado en la región en forma incipiente, cuando un grupo de ingleses hizo los primeros ensayos en pequeñas plantaciones de ese grano, tan solo por suponer fundadamente, que dada  la altura y el clima de esa zona podrían obtenerse buenas cosechas de éste “café de altura”, como entonces se decía, muy preciado por sus cualidades de aroma y sabor.

Años después, ya en 1892 fue cuando llegaron a la región algunos alemanes que se establecieron en el poblado de Poxtla, otros extranjeros que se habían radicado en Xilitla, desde antes y después de esa fecha fueron algunos italianos y españoles. Todos ellos, con su comercio o industria contribuyeron de una manera decisiva al desarrollo de aquel auge económico del pueblo, que comenzó por entonces y terminó en los años de la revolución mexicana.

Jesusita Almaraz presenció las dolorosas escenas de la pobre gente que tras largas y fatigosas jornadas de camino por la sierra, llegaban a Xilitla como a un lugar de salvación donde acaso podrían encontrar trabajo en esta villa entonces próspera, mientras en otras partes de la huasteca padecían hambre, aquí había animadas actividades agrícolas, sobre todo por el nuevo cultivo del café. Las rancherías se poblaban de gente venida desde lejos; en las haciendas aumentaban los rendimientos agrícolas; comenzaban a cimentarse sólidos capitales; se hacían transacciones cuantiosas y las tiendas del comercio estaban bien abastecidas.
  
Llegaban los indios por grupos, muchos de ellos escapados de las lejanas haciendas donde todavía imperaba el inhumano sistema del “peonaje” a la antigua manera colonial. Semidesnudos y hambrientos recorrían las calles del pueblo implorando en las casas algo de comer en su idioma huasteco o mexicano; otros ofrecían panzudos talegos de cominos o de orégano en cambio de comida.

Jesusita presenció esas dolorosas escenas deprimentes, su alma de mujer cristiana se conmovió ante aquella situación desesperada y quiso ayudar a aliviar la condición de aquellos indigentes. Iluminada por un aura de santidad, abrió las puertas de su casa y ordenó servirles comida, y no solo eso, sino además proporcionarles las medicinas que podían obtenerse allí.

Al poco tiempo se dio cuenta de que su propia casa no era ya suficiente para el propósito y entonces se decidió a instalar en mejor forma un lugar adecuado para ello, así fue como fundó lo que fue el “Hospital de San Vicente de Paul” que en realidad fue toda una institución  privada de caridad y asistencia médica, cuyos gastos los pagaba totalmente Jesusita, sin ninguna otra ayuda oficial o particular.

Todo Xilitla conservó muchos años el reconocimiento público de aquella singular  obra humanitaria de gran beneficio social; casi medio siglo después, alguien cuyo nombre no aparece, escribió una breve reseña de homenaje que se publicó en las páginas de una revista de la huasteca. Ese  artículo titulado “María de Jesús Almaraz” apareció ilustrado con un retrato de ella en la sección “Mujeres Mexicanas” donde se refiere puntualmente tanto el establecimiento de ese hospital de pobres, como lo ocurrido en diversas ocasiones ya durante los años de la revolución, en la que Jesusita Almaraz salvó a Xilitla de ser reducido a cenizas como lo pretendía una horda de bandidos encabezados por Nicolás Zarazúa, quien aceptó el dinero y joyas que ella le tuvo que entregar para que no quemara al pueblo.

En ese artículo se dice lo siguiente:

“Hace años, en un pueblo de la Huasteca Potosina, encumbrada entre las pedregosas montañas de la Sierra Madre Oriental, se escribió un hecho histórico en el corazón de los vivientes de entonces”.

“Jesusita Almaraz llevaba a cuestas una idea luminosa, la de servir a su pueblo, y sobre todo, la de combatir la miseria y el dolor de los que sufren. Para ella, el dolor ajeno era dolor propio, más sentido en su alma, cuanto más miserable era el que la padecía”.

“En 1894, con su propio peculio, levantó un hospital, que nombró Hospital de San Vicente, al que se proveyó de cuartos y de las camas que la necesidad exigía para los miserables que, sin patrimonio, sin siquiera de efectos, necesitaran de los beneficios de la caridad humana, y ahí tendió su mano cariñosa y pródiga, sosteniendo con la más amplia largueza, aquel medio de salud, pagando a dos servidoras que atendían a los hospitalizados, tanto en sus padecimientos como en su alimentación que ella misma procuraba que fuese de la mejor calidad”.

“Eran más de treinta los pobres que comían en su mesa”.

“Habiéndose dado cuenta la señorita Almaraz de que en su pueblo hubiera vagos, estableció en su propia casa una fábrica de cigarros, proporcionando en ella ocupación a aquel conjunto de desocupados, creándoles el hábito del trabajo, estimulándolos con los salarios que les pagaba, que no eran otra cosa, sino las ganancias de aquella fábrica de tabacos”.

“Ningún hogar desavenido era mal visto por aquella alma tan llena de caridad y de ternura, por lo que con disimulo, ella, como un San Francisco de Asís, iba a aquel medio desavenido, restableciendo en él amor, el cariño y el buen ejemplo de sus moradores”.

Efectivamente, es totalmente cierto lo que publicó el anónimo articulista; de ella se guarda memoria en Xilitla, aun en los años recientes, no obstante que de aquel Hospital de San Vicente de Paul han transcurrido a la fecha más de cien años.

Un distinguido Xilitlense como lo fue el Lic. Justo Vázquez González, publicó en la revista “Valles” número correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988 un breve artículo titulado “Jesusita Almaraz. Heroína Olvidada” en el que entre otras cosas dice lo siguiente:

“… debemos los Xilitlenses recordar que hemos sido algo ingratos ante el tributo que debemos pagar a la memoria de una mujer, que como ángel tutelar de aquel pueblo, fue todo amor para el desvalido y largueza ante el infortunio del enfermo, que abatido por la miseria, lo era también por los sufrimientos dolorosos de sus padecimientos. Esa mujer desprendida, con espíritu de amplia caridad, no solo recogía a los huérfanos y a las viudas miserables a quienes daba asilo, asistencia y cariño en su casa; sino que levantó un local compartido y dispuesto destinado a hospital, para aliviar el sufrimiento y el dolor de los enfermos sin elementos y sin familia, costeando de su propio peculio la atención curativa, la alimentación y el servicio de esos necesitados de una mano compasiva en sus humanas necesidades”.

La obra benefactora de Jesusita Almaraz se extendió como se ha dicho, hasta recoger niños huérfanos; uno de ellos, llamado Modesto Parra se formó a su lado y la acompaño muchos años. Además, como mujer cristiana que era, colaboró en diversas ocasiones a aliviar las necesidades de la iglesia de su pueblo con frecuentes donativos.

Todos esos gastos que demandaba su desbordante caridad, pudo sostenerlos  con su propio y personal trabajo o industria. Había fundado en el propio Hospital de San Vicente una fábrica de cigarros torcidos a mano llamada “La Luz”, en la que los propios asilados trabajaban recibiendo remuneración por sus labores. Además atendió también su panadería. Fabricaba el chocolate de mesa que se consumía en el pueblo y tenía una pequeña farmacia.

Se manifestó también como una mujer progresista y de gran iniciativa; en diversas ocasiones demostró su interés por todo aquello que pudiera representar el mejoramiento de Xilitla y su región, así fue como tomó parte activa en diversas iniciativas y proyectos oficiales, por ello fue frecuentemente requerida  por los jefes políticos y presidentes municipales, habiendo destacado como la única mujer que tomara parte activa y con gran entusiasmo en esos asuntos por entonces reservados a los hombres.
  
Durante las últimas décadas del Siglo XIX hasta ya entrado el año de 1911, Xilitla vivió una era de prosperidad económica y tranquilidad social, puede decirse que esta larga época de cuarenta años fue cuando llegó a ser la plaza más importante del comercio de la huasteca.

Su clima agradable cálido, situado en lo más alto de la sierra, a una altura de 850 metros sobre el nivel del mar, está rodeada de elevadas cumbres que favorecen las lluvias y que en algunos meses son sobreabundantes, por lo que ha sido calificado Xilitla como uno de los lugares más lluviosos de la república mexicana.

Por todas partes la rodean los cerros, algunos altísimos, que están cubiertos de tupidos bosques y el panorama es de una espléndida vegetación. Se desarrolla allí una gran actividad agrícola, especialmente por el  rico cultivo del café cuyas labores se ven  por todas partes. Esto fue el origen de la gran riqueza agrícola que se inició en aquellos años hasta encontrarse en notable auge.

Esta creciente prosperidad se vivía en Xilitla cuando se inició la revolución. El maderismo llegó a esa plaza el ocho de mayo de mil novecientos once, y fueron los primeros las fuerzas del coronel Pedro Montoya acompañado de las de Miguel Acosta y Alfredo M. Terrazas; ellos enarbolaron el Plan de San Luis en contra del Porfirismo que ya   se encontraba en vísperas de su caída. Este programa revolucionario era prometedor de grandes reformas sociales y tuvo entusiasta popularidad, pues materialmente arrastró a las multitudes.

Por ésta razón estos primeros revolucionarios que entraron a Xilitla fueron recibidos con general beneplácito y no se les opuso ninguna resistencia.

El periódico “El Estandarte” de la capital del estado, publico por entonces una información periodística sobre estos hechos, así hemos llegado a saber que éstos revolucionarios  maderistas permanecieron en ésta plaza solamente dos o tres días. Las autoridades ya habían huído a toda prisa y los rebeldes tomaron algunos fondos de las oficinas del correo y de la Recaudación de Rentas que habían sido abandonadas.

Sí es cierto que solicitaron algunos préstamos de las más importantes casas de comercio de la localidad, pero también consta que esto fue en forma pacífica y que además, quienes les proporcionaron algo, lo hicieron por gusto por beneficio de la causa. No hubo ningunas amenazas ni atropellos de ninguna especie. (2)

Pronto supieron estos revolucionarios que el gobierno había destacado en su contra una partida de ciento cincuenta hombres, por lo que rápidamente abandonaron Xilitla dirigiéndose a Tamazunchale, pueblo que ocuparon también en forma pacífica, habiendo sido vitoreados y aplaudidos en su entrada a dicho poblado.

El año siguiente de 1912, también mayo se acercó a Xilitla, el llamado General Eduardo Treviñoa al mando de una fuerza de rebeldes al régimen del Presidente Madero, inclusive inició un ataque el dia quince, pero no tuvo ningún éxito, pues fue rechazado por los voluntarios del pueblo que

Bajo las órdenes de don Ignacio Vázquez les opusieron una vigorosa resistencia obligándoles a huir.

El día veinticinco de mayo del año mil novecientos trece, llegó a Xilitla un bandido que se decía revolucionario, se llamaba Nicolás Zarazúa, se dijo que era originario de una ranchería llamada Guayabos, del municipio de Santa Catarina de la Huasteca Potosina, aunque por otros informantes se supo que había nacido en Lagunillas, S.L.P., donde había vivido algún tiempo. Venía acompañado de otro de su calaña llamado Julio del Castillo, ellos eran los cabecillas, pero era Zarazúa, el otro era un segundón, ambos mandaban una fuerza de varias docenas de bandoleros que se decían carrancistas. (3)

Nicolás Zarazúa venía precedido de una negra leyenda de crímenes, saqueos y atropellos de toda especie. Pronto se supo que había comenzado sus correrías en Tanlajás, S.L.P., cuando en 1911 se levantó en armas en compañía del llamado General Apolonio Treviño y Gregorio Orta en contra del gobierno del presidente Madero y a favor de Vázquez Gómez y Pascual Orozco. Esta vez esos rebeldes tuvieron algún éxito que los animó a pasar al estado de Hidalgo, donde Zarazúa y otros cuarenta hombres armados tomaron la plaza de Huejutla en marzo de 1912.

Fue perseguido en esa región y en abril de 1912 ya se encontraba en la Huasteca Potosina, manteniendo su actitud rebelde, ahora francamente anti-maderista, por lo que con solo treinta hombres sostuvo algunos tiroteos con el Regimiento de Carabineros de San Luis Potosí que mandaba el Coronel José Ignacio Azcárate, quien derrotó y dispersó  a este grupo de malhechores.

Pero siguió sus latrocinios, esta vez merodeando en la Huasteca Veracruzana, desde donde a fines de noviembre de 1912 comenzó a amagar algunas fincas de esa región y después asaltó la rica población de El Higo, Ver., que logró tomar el cinco de diciembre de ese año. (4)

Desde entonces anduvo a salto de mata en los límites de los estados de San Luis Potosí y                Veracruz. Comenzaba el año de 1913 cuando Nicolás Zarazúa y su horda de bandoleros llegaron a la villa de Aquismón, S.L.P., allí quemaron tres casas, dos eran de los hermanos Enríquez García, Abraham y Federico; la tercera fue la de doña Tomasa Lárraga. Además se llevó prisionero a don Bulfrano Enriquez para exigir por su rescate dos mil pesos, mismos que tuvieron que darle.

En las tres casas que quemaron en Aquismón se habían almacenado grandes cantidades de café y de piloncillo, por lo que al arder, se dice que llegaba el olor a café quemado hasta varios kilómetros del pueblo. (5)

Cuando se supo en Xilitla que se acercaba Nicolás Zarazúa y su gente, cundió una gran alarma en el pueblo. Ya se sabían sus crueldades y todo mundo recordaba el entonces reciente incendio que había hecho en Aquismón. Un día amaneció la noticia de que todas las autoridades locales habían salido sorpresivamente de Xilitla; fue entonces cuando la alarma general tomó caracteres de terror colectivo por lo que comenzaron a huir algunas familias conocidas, mientras otras
  
Hacían preparativos de viaje. Los hombres que no pudieron salir buscaron esconderse como mejor pudieron  temiendo por sus vidas. Muy pocos fueron los que presenciaron la entrada al pueblo de la columna armada.

Llegaron por las principales calles de acceso, como que, efectivamente habían rodeado la plaza ya indefensa, se oían disparos aislados y otros más lejanos; al frente venía la caballería encabezada por Zarazúa y Julio del Castillo. Les rodeaban y seguían un grupo de bandoleros a caballo carabina en mano y cruzaban sus cuerpos las carrilleras de cartuchos. Las calles desiertas se poblaron con el estrépito del claquear de las pezuñas de las monturas en el empedrado, a su paso flotaba en el ambiente la pestilencia de hombres y bestias trasudadas.

Después seguía un tropel de varias docenas de hombres a pie, algunos con el rifle en las manos llevando terciadas las cananas repletas de balas, otros llevaban el arma al hombro o la arrastraban por el suelo; los más, solo agitaban al aire sus amenazantes machetes o “güingaros”. Sobre el estrépito de la columna armada sobresalían , a pausas, los ininteligibles  alaridos en idioma husteco o mexicano. Efectivamente, era la indiada  en tumultuoso desorden, muchos venían semi-desnudos, algunos tocados con raídos sombreros de palma, otros mostraban la pelambre eriza sobre uno ojos de mirada homicida.

Aquella avalancha de gente iba con gran vocerío hacia la plaza de armas y pronto invadió el ancho espacio presidido por la mole imponente y pesada del convento con sus recios muros ; a uno y otro lado de las calles todas las casas  estaban cerradas; hombres y bestias se arremolinaron frente a la Presidencia Municipal llegando hasta las bocacalles inmediatas. Sobre el  desordenado griterío emergían, aquí y allá reiteradas órdenes de mando.

Se escucharon los golpes de los culatazos destruyendo las puertas de todas las dependencias oficiales y siguieron con las de las principales casas  de comercio local. Todas fueron totalmente saqueadas, entre ellas la próspera negociación llamada “La Silleta”

Nicolás Zarazúa, en medio de la plaza gritaba sus órdenes, la chusma incontenible destruía todo lo que encontraba a su paso y pronto pudo verse que a media calle o en las aceras de la plaza se iban acumulando los despojos de aquel total vandalismo; muebles rotos, costales de granos, diversas mercaderías, cajas y cajones de madera rotos a culatazos, aparejos de bestias, montones de ropa; en el suelo anchos regueros de maíz y frijol y toda clase de artículos destruidos y en desorden.

Pronto circuló una orden terminante, por los frentes de todas las casas del centro comenzaron a formarse tambores y latas de gasolina, petróleo y aceite.
Era evidente que pretendían quemar a todo el pueblo. Estaban en esto, cuando una mujer, llorosa y desolada se llegó a la casa de Jesusita Almaraz, ella le informó de las siniestras intenciones de aquellos malvados; así pudo darse cuenta de lo que le esperaba a su pueblo; iban a hacer en Xilitla lo que ya habían hecho en Aquismón. Sabía además, que no había ningún hombre que osara siquiera acercarse al feroz cabecilla.
  
Jesusita no esperó más, y resueltamente, ella sola, salió de su casa y a toda prisa se encaminó hasta  la plaza de armas invadida por aquella multitud de salvajes; entre ellos, atravesó oyendo a su paso las insolencias y amenazas que le dirigían, así pudo llegar a enfrentarse a Nicolás Zarazúa.

Era imponente el aspecto de éste bandolero de turbia mirada y feroz barba crecida; se cubría con sombrero de charro las revueltas greñas, tenía cruzadas al pecho las carrilleras repletas de balas, hasta las rodillas le llegaban los pantalones de montar, traía polainas de cuero y su mano derecha descansaba en la culata de su  pistola.

Ante él, mínima, indefensa y vestida de negro, estaba Jesusita. El bandido advirtió aquel rostro moreno y apacible, la frente despejada y el pelo negro recogido hacía atrás en un pequeño chongo; había en su mirada una expresión resuelta de penetrante atención.

Ella comenzó a hablar, se dice que le sugirió la reflexión  de que no dejara un mal recuerdo, ya que el pueblo ningún daño le había causado; después su voz tomó acento de firme convicción cristiana, le hizo ver que debía temer la ira implacable y el castigo de Dios, si llegara a consumar la destrucción del pueblo.

El bandido la interrumpió con bronca voz, y sin miramientos de educación, con la mayor grosería, la ofendió de manera procaz, con atrevimiento y desvergüenza, pero ella de desatendió de esos improperios insolentes, ofreciéndole el dinero que tenía, eran algo de más de seis mil pesos en plata, además su alhajas, su propio caballo y algunas otras bestias que estaban en los corrales de su casa.

Pareció ablandarse el corazón de aquel hombre, y preguntó donde podía recoger todo aquello, ella alzó el brazo señalando su casa inmediata, y desde luego allá se dirigieron rodeados de una docena de hombres armados. Entraron por el portón abierto, sin quitarse siquiera los sombrerotes y se apostaron en la mínima sala, era un sencillo ajuar de sillas de bejuco “Viena” y al centro una pequeña mesa cubierta con un tejido a mano, en las paredes de la estancia colgaban algunas imágenes religiosas, eso era todo.

Jesusita iba y venía del interior llevando a la sala las talegas de lona con pesos de plata “del cuño del resplandor” y al final llevó una arquilla antigua, allí lucía un fino reloj de oro con su leontina, lo sacó el bandolero sopesándolo y se lo guardó, después vació la caja llenando el cuenco de su mano con un crucifijo de oro, unos aretes finos y algunas valiosas medallas religiosas, mucho de aquello eran joyas de la familia. (6)

Preguntó por el caballo y las demás bestias, Jesusita indicó el fondo de su casa, donde estaban la caballeriza y los corrales; hacia allá fueron algunos hombres y a poco regresaron conduciendo por el portalón el caballo, algunas mulas y burros y, sin más comenzaron los bandoleros a retirarse. Ya en la puerta de su casa, Jesusita escuchó al cabecilla sus últimas palabras que fueron de amenazante despedida:
  
“Ordene usted señorita, que de inmediato tiren el líquido inflamable, porque si no lo tiran, dentro de  media hora, no le respondo de las consecuencias, ya que no podré retener a mi gente”…(7)

Seguramente que el bandolero repitió la  misma orden de tirar en la calle todo el combustible, porque de inmediato comenzaron a hacerlo; solo se escuchó después el rodar de los tambos vacíos y el ruido de las latas de petróleo y de gasolina arrojadas al arroyo de la calle. En ésta forma se salvó Xilitla de haber sido incendiada por los bandoleros.

Nicolás Zarazúa y su gente estuvieron en Xilitla los días veinticinco y veintiséis de mayo de 1913.

Después que salieron se supo que habían impuesto préstamos forzosos a varios comerciantes y vecinos de la localidad; uno de los más perjudicados  fue don Ignacio Zorrilla (Padre), pues mediante la amenaza de quemarles su casa obligaron a su esposa a entregar la cantidad de dos mil quinientos pesos, que fue lo que le asignaron como préstamo, y ella, por conducto de los señores Antonio Ybargüengoitia y Carlos Cursio, comerciantes de la plaza, los entregaron al cabecilla quien además exigió que le entregaran un caballo y una yegua de silla, así como otros animales propiedad del señor Zorrilla. (8)

Después de estos latrocinios y desmanes que cometieron en Xilitla, esos mismos rebeldes, unidos con otros de su calaña, atacaron y tomaron la Villa de San Ciro, S.L.P., a fines de junio de 1913. (9)

Jesusita Almaraz no recibió nunca un reconocimiento oficial por aquel  sublime acto de heroísmo, pero todo el pueblo  guardó en su corazón el recuerdo de aquello que pasó a la tradición como un hecho memorable que todavía lo repiten algunos Xilitlenses.

Ella siguió su vida de trabajo y caridad. Y admirada, respetada y querida por todo el pueblo, acabó sus días en el año de 1918, algunos dijeron que murió de un mal cardiaco, otros familiares suyos refieren que fue la influenza española, que por entonces hacía estragos en la huasteca.

Lo cierto es que su muerte fue luto general y todo el pueblo la acompañó hasta su tumba.

Años después un grupo de prominentes hombres de Xilitla lanzaron las iniciativas de levantar un monumento a la memoria de ésta mujer extraordinaria:


VERDADERA BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA

NOTAS.-

1.-  Entrevista concedida al Lic. José Francisco Pedraza, por la señora SIRENIA ZORRILLA DE VAZQUEZ DE PUGLIESE, quien le proporcionó la información relativa a la Señorita MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ, su familia, y los acontecimientos que ella vivió durante la revolución. Dicha entrevista se realizó en la segunda quincena del mes de abril de 1989

2.- Alfonso Llamazarez Zúñiga.- Artículo titulado “Xilitla también pasó lista de presente en la Revolución” publicado en la página 11 de la revista “El municipio” Organo Oficial del Instituto Municipal Mexicano.- Año 2 No. 10 Epoca junio-julio de 1977.- Además reportaje titulado “Xilitla y Tamazunchale en poder de los rebeldes” publicado en el periódico “El Estandarte” de San Luis Potosí, No. 6069 del viernes 12 de mayo de 1911.

3.- Dato en el artículo anónimo titulado “María de Jesús Almaraz” Publicado con el retrato de ella.- y además en el reportaje  titulado “El Zapatismo en el país”, sub-titulo “Quienes son los cabecillas”, publicado en el periódico “El Adelanto” de San Luis Potosí, No. 227 del 3 de septiembre de 1913

4.- Ramírez Lavoignet, David.- Pag. 25 del folleto “Notas Históricas de Tempoal” S.p.d.i.- 1973

5.- Artículo anónimo titulado “Comentarios y datos sueltos de ayer”, pags. 16 y 17 de la revista “El Municipio” dedicado a Aquismón, S.L.P., No. 14 correspondiente a febrero-marzo de 1979

6.- Son numerosas las referencias que se han publicado acerca de la heroica intervención de la Señorita María de Jesús Almaraz, quien fue la única persona del pueblo que se atrevió a tratar con el bandolero Nicolás Zarazúa, para lograr que este no quemara Xilitla, como lo pretendía. Algunas referencias ya se han citado, otras son las siguientes:
1.- Artículo anónimo titulado “Corta apología de la inmortal Tía Jesusita Almaraz” Xilitla, S.L.P., publicado con el retrato de ella en la página 7 de la revista El Municipio.- Año 2 No. 10,  2ª. Epoca, correspondiente a junio-julio de 1977, número dedicado a Xilitla, S.L.P.- 2.- Artículo titulado “Jesusita Almaraz, Heroína Olvidada” por el Lic. Justo Vázquez González, fechado en Tamazunchale, S.L.P., en agosto 12 de 1968, publicado en la página 6 de la revista Valles, número correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988.- Reportaje titulado “Una señorita salvó a los habitantes de Xilitla” publicado en el periódico Adelante, de San Luis Potosí, el 11 de junio de 1913.

7.- Artículo anónimo publicado en una revista de la Huasteca Potosina, titulado “María de Jesús Almaraz” con retrato de ella, en la sección Mujeres Mexicanas

8.- Texto de una Acta levantada en la Presidencia Municipal de Xilitla, S.L.P., 9 de julio de 1913


9.- Reportaje publicado en el periódico El Adelanto de San Luis Potosí, No. 182  10 de julio de 1913