domingo, 7 de enero de 2018

MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ

Foto proporcionada por Fernando Chavira Lopez
de acuerdo al libro XILITLAN TAZIOL
de don Alfonso T. Llamazares Zuñiga.

MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ

VERDADERA BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA

POR EL LIC. IGNACIO CERVANTES ALVAREZ

Srita. María de Jesús Almaraz Rodríguez, fue hija de don Antonio Almaraz y su esposa la señora  doña Agustina Rodríguez.
La familia radicaba en Landa, del estado de Querétaro y eran de las personas prominentes de ese lugar, éste matrimonio tuvo varios hijos, la mayor era Maximina, seguía en orden de edad Ángela, después María de Jesús; que fue la benefactora de Xilitla, S.L.P., las hermanas menores eran: Pastora, Andrea y Olalla, entre ellas un hermano llamado Blas.

Esta familia había llegado a Xilitla en los años inmediatos a la caída del Imperio, seguramente buscando tranquilidad y un mejor porvenir. Allá en Landa, habían sufridos molestias y atropellos en especie, además, sus propiedades estaban intervenidas como las de todas las personas pudientes que habían manifestado sus simpatías por los imperialistas.

Sin embargo, de éstas dificultades económicas que padecían, las niñas pudieron ser enviadas a la ciudad de Querétaro, donde recibieron esmerada instrucción con una maestra europea, que había sido del grupo de profesoras que trajo al país la Emperatriz Carlota Amalia y que se había quedado a radicar allí, donde impartía clases particulares para sostenerse.

Muy jovencita todavía, María de Jesús tuvo que hacer frente a las necesidades de la familia, ella y su hermana Andrea se dedicaron a hacer pan en su propia casa, y en esto tuvieron gran éxito; era el mejor pan que se hacía en el pueblo; después cada una de ellas tuvo su propio negocio de panadería y Jesusita por su parte, inició además la fabricación de chocolate de mesa, esto la animó para iniciar otras actividades en el comercio lugareño. (1)

Por entonces en Xilitla se iniciaba una próspera época de actividades comerciales, alentadas quizá por la promisoria riqueza del cultivo del café que en la década de los ochenta apenas había comenzado en la región en forma incipiente, cuando un grupo de ingleses hizo los primeros ensayos en pequeñas plantaciones de ese grano, tan solo por suponer fundadamente, que dada  la altura y el clima de esa zona podrían obtenerse buenas cosechas de éste “café de altura”, como entonces se decía, muy preciado por sus cualidades de aroma y sabor.

Años después, ya en 1892 fue cuando llegaron a la región algunos alemanes que se establecieron en el poblado de Poxtla, otros extranjeros que se habían radicado en Xilitla, desde antes y después de esa fecha fueron algunos italianos y españoles. Todos ellos, con su comercio o industria contribuyeron de una manera decisiva al desarrollo de aquel auge económico del pueblo, que comenzó por entonces y terminó en los años de la revolución mexicana.

Jesusita Almaraz presenció las dolorosas escenas de la pobre gente que tras largas y fatigosas jornadas de camino por la sierra, llegaban a Xilitla como a un lugar de salvación donde acaso podrían encontrar trabajo en esta villa entonces próspera, mientras en otras partes de la huasteca padecían hambre, aquí había animadas actividades agrícolas, sobre todo por el nuevo cultivo del café. Las rancherías se poblaban de gente venida desde lejos; en las haciendas aumentaban los rendimientos agrícolas; comenzaban a cimentarse sólidos capitales; se hacían transacciones cuantiosas y las tiendas del comercio estaban bien abastecidas.
  
Llegaban los indios por grupos, muchos de ellos escapados de las lejanas haciendas donde todavía imperaba el inhumano sistema del “peonaje” a la antigua manera colonial. Semidesnudos y hambrientos recorrían las calles del pueblo implorando en las casas algo de comer en su idioma huasteco o mexicano; otros ofrecían panzudos talegos de cominos o de orégano en cambio de comida.

Jesusita presenció esas dolorosas escenas deprimentes, su alma de mujer cristiana se conmovió ante aquella situación desesperada y quiso ayudar a aliviar la condición de aquellos indigentes. Iluminada por un aura de santidad, abrió las puertas de su casa y ordenó servirles comida, y no solo eso, sino además proporcionarles las medicinas que podían obtenerse allí.

Al poco tiempo se dio cuenta de que su propia casa no era ya suficiente para el propósito y entonces se decidió a instalar en mejor forma un lugar adecuado para ello, así fue como fundó lo que fue el “Hospital de San Vicente de Paul” que en realidad fue toda una institución  privada de caridad y asistencia médica, cuyos gastos los pagaba totalmente Jesusita, sin ninguna otra ayuda oficial o particular.

Todo Xilitla conservó muchos años el reconocimiento público de aquella singular  obra humanitaria de gran beneficio social; casi medio siglo después, alguien cuyo nombre no aparece, escribió una breve reseña de homenaje que se publicó en las páginas de una revista de la huasteca. Ese  artículo titulado “María de Jesús Almaraz” apareció ilustrado con un retrato de ella en la sección “Mujeres Mexicanas” donde se refiere puntualmente tanto el establecimiento de ese hospital de pobres, como lo ocurrido en diversas ocasiones ya durante los años de la revolución, en la que Jesusita Almaraz salvó a Xilitla de ser reducido a cenizas como lo pretendía una horda de bandidos encabezados por Nicolás Zarazúa, quien aceptó el dinero y joyas que ella le tuvo que entregar para que no quemara al pueblo.

En ese artículo se dice lo siguiente:

“Hace años, en un pueblo de la Huasteca Potosina, encumbrada entre las pedregosas montañas de la Sierra Madre Oriental, se escribió un hecho histórico en el corazón de los vivientes de entonces”.

“Jesusita Almaraz llevaba a cuestas una idea luminosa, la de servir a su pueblo, y sobre todo, la de combatir la miseria y el dolor de los que sufren. Para ella, el dolor ajeno era dolor propio, más sentido en su alma, cuanto más miserable era el que la padecía”.

“En 1894, con su propio peculio, levantó un hospital, que nombró Hospital de San Vicente, al que se proveyó de cuartos y de las camas que la necesidad exigía para los miserables que, sin patrimonio, sin siquiera de efectos, necesitaran de los beneficios de la caridad humana, y ahí tendió su mano cariñosa y pródiga, sosteniendo con la más amplia largueza, aquel medio de salud, pagando a dos servidoras que atendían a los hospitalizados, tanto en sus padecimientos como en su alimentación que ella misma procuraba que fuese de la mejor calidad”.

“Eran más de treinta los pobres que comían en su mesa”.

“Habiéndose dado cuenta la señorita Almaraz de que en su pueblo hubiera vagos, estableció en su propia casa una fábrica de cigarros, proporcionando en ella ocupación a aquel conjunto de desocupados, creándoles el hábito del trabajo, estimulándolos con los salarios que les pagaba, que no eran otra cosa, sino las ganancias de aquella fábrica de tabacos”.

“Ningún hogar desavenido era mal visto por aquella alma tan llena de caridad y de ternura, por lo que con disimulo, ella, como un San Francisco de Asís, iba a aquel medio desavenido, restableciendo en él amor, el cariño y el buen ejemplo de sus moradores”.

Efectivamente, es totalmente cierto lo que publicó el anónimo articulista; de ella se guarda memoria en Xilitla, aun en los años recientes, no obstante que de aquel Hospital de San Vicente de Paul han transcurrido a la fecha más de cien años.

Un distinguido Xilitlense como lo fue el Lic. Justo Vázquez González, publicó en la revista “Valles” número correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988 un breve artículo titulado “Jesusita Almaraz. Heroína Olvidada” en el que entre otras cosas dice lo siguiente:

“… debemos los Xilitlenses recordar que hemos sido algo ingratos ante el tributo que debemos pagar a la memoria de una mujer, que como ángel tutelar de aquel pueblo, fue todo amor para el desvalido y largueza ante el infortunio del enfermo, que abatido por la miseria, lo era también por los sufrimientos dolorosos de sus padecimientos. Esa mujer desprendida, con espíritu de amplia caridad, no solo recogía a los huérfanos y a las viudas miserables a quienes daba asilo, asistencia y cariño en su casa; sino que levantó un local compartido y dispuesto destinado a hospital, para aliviar el sufrimiento y el dolor de los enfermos sin elementos y sin familia, costeando de su propio peculio la atención curativa, la alimentación y el servicio de esos necesitados de una mano compasiva en sus humanas necesidades”.

La obra benefactora de Jesusita Almaraz se extendió como se ha dicho, hasta recoger niños huérfanos; uno de ellos, llamado Modesto Parra se formó a su lado y la acompaño muchos años. Además, como mujer cristiana que era, colaboró en diversas ocasiones a aliviar las necesidades de la iglesia de su pueblo con frecuentes donativos.

Todos esos gastos que demandaba su desbordante caridad, pudo sostenerlos  con su propio y personal trabajo o industria. Había fundado en el propio Hospital de San Vicente una fábrica de cigarros torcidos a mano llamada “La Luz”, en la que los propios asilados trabajaban recibiendo remuneración por sus labores. Además atendió también su panadería. Fabricaba el chocolate de mesa que se consumía en el pueblo y tenía una pequeña farmacia.

Se manifestó también como una mujer progresista y de gran iniciativa; en diversas ocasiones demostró su interés por todo aquello que pudiera representar el mejoramiento de Xilitla y su región, así fue como tomó parte activa en diversas iniciativas y proyectos oficiales, por ello fue frecuentemente requerida  por los jefes políticos y presidentes municipales, habiendo destacado como la única mujer que tomara parte activa y con gran entusiasmo en esos asuntos por entonces reservados a los hombres.
  
Durante las últimas décadas del Siglo XIX hasta ya entrado el año de 1911, Xilitla vivió una era de prosperidad económica y tranquilidad social, puede decirse que esta larga época de cuarenta años fue cuando llegó a ser la plaza más importante del comercio de la huasteca.

Su clima agradable cálido, situado en lo más alto de la sierra, a una altura de 850 metros sobre el nivel del mar, está rodeada de elevadas cumbres que favorecen las lluvias y que en algunos meses son sobreabundantes, por lo que ha sido calificado Xilitla como uno de los lugares más lluviosos de la república mexicana.

Por todas partes la rodean los cerros, algunos altísimos, que están cubiertos de tupidos bosques y el panorama es de una espléndida vegetación. Se desarrolla allí una gran actividad agrícola, especialmente por el  rico cultivo del café cuyas labores se ven  por todas partes. Esto fue el origen de la gran riqueza agrícola que se inició en aquellos años hasta encontrarse en notable auge.

Esta creciente prosperidad se vivía en Xilitla cuando se inició la revolución. El maderismo llegó a esa plaza el ocho de mayo de mil novecientos once, y fueron los primeros las fuerzas del coronel Pedro Montoya acompañado de las de Miguel Acosta y Alfredo M. Terrazas; ellos enarbolaron el Plan de San Luis en contra del Porfirismo que ya   se encontraba en vísperas de su caída. Este programa revolucionario era prometedor de grandes reformas sociales y tuvo entusiasta popularidad, pues materialmente arrastró a las multitudes.

Por ésta razón estos primeros revolucionarios que entraron a Xilitla fueron recibidos con general beneplácito y no se les opuso ninguna resistencia.

El periódico “El Estandarte” de la capital del estado, publico por entonces una información periodística sobre estos hechos, así hemos llegado a saber que éstos revolucionarios  maderistas permanecieron en ésta plaza solamente dos o tres días. Las autoridades ya habían huído a toda prisa y los rebeldes tomaron algunos fondos de las oficinas del correo y de la Recaudación de Rentas que habían sido abandonadas.

Sí es cierto que solicitaron algunos préstamos de las más importantes casas de comercio de la localidad, pero también consta que esto fue en forma pacífica y que además, quienes les proporcionaron algo, lo hicieron por gusto por beneficio de la causa. No hubo ningunas amenazas ni atropellos de ninguna especie. (2)

Pronto supieron estos revolucionarios que el gobierno había destacado en su contra una partida de ciento cincuenta hombres, por lo que rápidamente abandonaron Xilitla dirigiéndose a Tamazunchale, pueblo que ocuparon también en forma pacífica, habiendo sido vitoreados y aplaudidos en su entrada a dicho poblado.

El año siguiente de 1912, también mayo se acercó a Xilitla, el llamado General Eduardo Treviñoa al mando de una fuerza de rebeldes al régimen del Presidente Madero, inclusive inició un ataque el dia quince, pero no tuvo ningún éxito, pues fue rechazado por los voluntarios del pueblo que

Bajo las órdenes de don Ignacio Vázquez les opusieron una vigorosa resistencia obligándoles a huir.

El día veinticinco de mayo del año mil novecientos trece, llegó a Xilitla un bandido que se decía revolucionario, se llamaba Nicolás Zarazúa, se dijo que era originario de una ranchería llamada Guayabos, del municipio de Santa Catarina de la Huasteca Potosina, aunque por otros informantes se supo que había nacido en Lagunillas, S.L.P., donde había vivido algún tiempo. Venía acompañado de otro de su calaña llamado Julio del Castillo, ellos eran los cabecillas, pero era Zarazúa, el otro era un segundón, ambos mandaban una fuerza de varias docenas de bandoleros que se decían carrancistas. (3)

Nicolás Zarazúa venía precedido de una negra leyenda de crímenes, saqueos y atropellos de toda especie. Pronto se supo que había comenzado sus correrías en Tanlajás, S.L.P., cuando en 1911 se levantó en armas en compañía del llamado General Apolonio Treviño y Gregorio Orta en contra del gobierno del presidente Madero y a favor de Vázquez Gómez y Pascual Orozco. Esta vez esos rebeldes tuvieron algún éxito que los animó a pasar al estado de Hidalgo, donde Zarazúa y otros cuarenta hombres armados tomaron la plaza de Huejutla en marzo de 1912.

Fue perseguido en esa región y en abril de 1912 ya se encontraba en la Huasteca Potosina, manteniendo su actitud rebelde, ahora francamente anti-maderista, por lo que con solo treinta hombres sostuvo algunos tiroteos con el Regimiento de Carabineros de San Luis Potosí que mandaba el Coronel José Ignacio Azcárate, quien derrotó y dispersó  a este grupo de malhechores.

Pero siguió sus latrocinios, esta vez merodeando en la Huasteca Veracruzana, desde donde a fines de noviembre de 1912 comenzó a amagar algunas fincas de esa región y después asaltó la rica población de El Higo, Ver., que logró tomar el cinco de diciembre de ese año. (4)

Desde entonces anduvo a salto de mata en los límites de los estados de San Luis Potosí y                Veracruz. Comenzaba el año de 1913 cuando Nicolás Zarazúa y su horda de bandoleros llegaron a la villa de Aquismón, S.L.P., allí quemaron tres casas, dos eran de los hermanos Enríquez García, Abraham y Federico; la tercera fue la de doña Tomasa Lárraga. Además se llevó prisionero a don Bulfrano Enriquez para exigir por su rescate dos mil pesos, mismos que tuvieron que darle.

En las tres casas que quemaron en Aquismón se habían almacenado grandes cantidades de café y de piloncillo, por lo que al arder, se dice que llegaba el olor a café quemado hasta varios kilómetros del pueblo. (5)

Cuando se supo en Xilitla que se acercaba Nicolás Zarazúa y su gente, cundió una gran alarma en el pueblo. Ya se sabían sus crueldades y todo mundo recordaba el entonces reciente incendio que había hecho en Aquismón. Un día amaneció la noticia de que todas las autoridades locales habían salido sorpresivamente de Xilitla; fue entonces cuando la alarma general tomó caracteres de terror colectivo por lo que comenzaron a huir algunas familias conocidas, mientras otras
  
Hacían preparativos de viaje. Los hombres que no pudieron salir buscaron esconderse como mejor pudieron  temiendo por sus vidas. Muy pocos fueron los que presenciaron la entrada al pueblo de la columna armada.

Llegaron por las principales calles de acceso, como que, efectivamente habían rodeado la plaza ya indefensa, se oían disparos aislados y otros más lejanos; al frente venía la caballería encabezada por Zarazúa y Julio del Castillo. Les rodeaban y seguían un grupo de bandoleros a caballo carabina en mano y cruzaban sus cuerpos las carrilleras de cartuchos. Las calles desiertas se poblaron con el estrépito del claquear de las pezuñas de las monturas en el empedrado, a su paso flotaba en el ambiente la pestilencia de hombres y bestias trasudadas.

Después seguía un tropel de varias docenas de hombres a pie, algunos con el rifle en las manos llevando terciadas las cananas repletas de balas, otros llevaban el arma al hombro o la arrastraban por el suelo; los más, solo agitaban al aire sus amenazantes machetes o “güingaros”. Sobre el estrépito de la columna armada sobresalían , a pausas, los ininteligibles  alaridos en idioma husteco o mexicano. Efectivamente, era la indiada  en tumultuoso desorden, muchos venían semi-desnudos, algunos tocados con raídos sombreros de palma, otros mostraban la pelambre eriza sobre uno ojos de mirada homicida.

Aquella avalancha de gente iba con gran vocerío hacia la plaza de armas y pronto invadió el ancho espacio presidido por la mole imponente y pesada del convento con sus recios muros ; a uno y otro lado de las calles todas las casas  estaban cerradas; hombres y bestias se arremolinaron frente a la Presidencia Municipal llegando hasta las bocacalles inmediatas. Sobre el  desordenado griterío emergían, aquí y allá reiteradas órdenes de mando.

Se escucharon los golpes de los culatazos destruyendo las puertas de todas las dependencias oficiales y siguieron con las de las principales casas  de comercio local. Todas fueron totalmente saqueadas, entre ellas la próspera negociación llamada “La Silleta”

Nicolás Zarazúa, en medio de la plaza gritaba sus órdenes, la chusma incontenible destruía todo lo que encontraba a su paso y pronto pudo verse que a media calle o en las aceras de la plaza se iban acumulando los despojos de aquel total vandalismo; muebles rotos, costales de granos, diversas mercaderías, cajas y cajones de madera rotos a culatazos, aparejos de bestias, montones de ropa; en el suelo anchos regueros de maíz y frijol y toda clase de artículos destruidos y en desorden.

Pronto circuló una orden terminante, por los frentes de todas las casas del centro comenzaron a formarse tambores y latas de gasolina, petróleo y aceite.
Era evidente que pretendían quemar a todo el pueblo. Estaban en esto, cuando una mujer, llorosa y desolada se llegó a la casa de Jesusita Almaraz, ella le informó de las siniestras intenciones de aquellos malvados; así pudo darse cuenta de lo que le esperaba a su pueblo; iban a hacer en Xilitla lo que ya habían hecho en Aquismón. Sabía además, que no había ningún hombre que osara siquiera acercarse al feroz cabecilla.
  
Jesusita no esperó más, y resueltamente, ella sola, salió de su casa y a toda prisa se encaminó hasta  la plaza de armas invadida por aquella multitud de salvajes; entre ellos, atravesó oyendo a su paso las insolencias y amenazas que le dirigían, así pudo llegar a enfrentarse a Nicolás Zarazúa.

Era imponente el aspecto de éste bandolero de turbia mirada y feroz barba crecida; se cubría con sombrero de charro las revueltas greñas, tenía cruzadas al pecho las carrilleras repletas de balas, hasta las rodillas le llegaban los pantalones de montar, traía polainas de cuero y su mano derecha descansaba en la culata de su  pistola.

Ante él, mínima, indefensa y vestida de negro, estaba Jesusita. El bandido advirtió aquel rostro moreno y apacible, la frente despejada y el pelo negro recogido hacía atrás en un pequeño chongo; había en su mirada una expresión resuelta de penetrante atención.

Ella comenzó a hablar, se dice que le sugirió la reflexión  de que no dejara un mal recuerdo, ya que el pueblo ningún daño le había causado; después su voz tomó acento de firme convicción cristiana, le hizo ver que debía temer la ira implacable y el castigo de Dios, si llegara a consumar la destrucción del pueblo.

El bandido la interrumpió con bronca voz, y sin miramientos de educación, con la mayor grosería, la ofendió de manera procaz, con atrevimiento y desvergüenza, pero ella de desatendió de esos improperios insolentes, ofreciéndole el dinero que tenía, eran algo de más de seis mil pesos en plata, además su alhajas, su propio caballo y algunas otras bestias que estaban en los corrales de su casa.

Pareció ablandarse el corazón de aquel hombre, y preguntó donde podía recoger todo aquello, ella alzó el brazo señalando su casa inmediata, y desde luego allá se dirigieron rodeados de una docena de hombres armados. Entraron por el portón abierto, sin quitarse siquiera los sombrerotes y se apostaron en la mínima sala, era un sencillo ajuar de sillas de bejuco “Viena” y al centro una pequeña mesa cubierta con un tejido a mano, en las paredes de la estancia colgaban algunas imágenes religiosas, eso era todo.

Jesusita iba y venía del interior llevando a la sala las talegas de lona con pesos de plata “del cuño del resplandor” y al final llevó una arquilla antigua, allí lucía un fino reloj de oro con su leontina, lo sacó el bandolero sopesándolo y se lo guardó, después vació la caja llenando el cuenco de su mano con un crucifijo de oro, unos aretes finos y algunas valiosas medallas religiosas, mucho de aquello eran joyas de la familia. (6)

Preguntó por el caballo y las demás bestias, Jesusita indicó el fondo de su casa, donde estaban la caballeriza y los corrales; hacia allá fueron algunos hombres y a poco regresaron conduciendo por el portalón el caballo, algunas mulas y burros y, sin más comenzaron los bandoleros a retirarse. Ya en la puerta de su casa, Jesusita escuchó al cabecilla sus últimas palabras que fueron de amenazante despedida:
  
“Ordene usted señorita, que de inmediato tiren el líquido inflamable, porque si no lo tiran, dentro de  media hora, no le respondo de las consecuencias, ya que no podré retener a mi gente”…(7)

Seguramente que el bandolero repitió la  misma orden de tirar en la calle todo el combustible, porque de inmediato comenzaron a hacerlo; solo se escuchó después el rodar de los tambos vacíos y el ruido de las latas de petróleo y de gasolina arrojadas al arroyo de la calle. En ésta forma se salvó Xilitla de haber sido incendiada por los bandoleros.

Nicolás Zarazúa y su gente estuvieron en Xilitla los días veinticinco y veintiséis de mayo de 1913.

Después que salieron se supo que habían impuesto préstamos forzosos a varios comerciantes y vecinos de la localidad; uno de los más perjudicados  fue don Ignacio Zorrilla (Padre), pues mediante la amenaza de quemarles su casa obligaron a su esposa a entregar la cantidad de dos mil quinientos pesos, que fue lo que le asignaron como préstamo, y ella, por conducto de los señores Antonio Ybargüengoitia y Carlos Cursio, comerciantes de la plaza, los entregaron al cabecilla quien además exigió que le entregaran un caballo y una yegua de silla, así como otros animales propiedad del señor Zorrilla. (8)

Después de estos latrocinios y desmanes que cometieron en Xilitla, esos mismos rebeldes, unidos con otros de su calaña, atacaron y tomaron la Villa de San Ciro, S.L.P., a fines de junio de 1913. (9)

Jesusita Almaraz no recibió nunca un reconocimiento oficial por aquel  sublime acto de heroísmo, pero todo el pueblo  guardó en su corazón el recuerdo de aquello que pasó a la tradición como un hecho memorable que todavía lo repiten algunos Xilitlenses.

Ella siguió su vida de trabajo y caridad. Y admirada, respetada y querida por todo el pueblo, acabó sus días en el año de 1918, algunos dijeron que murió de un mal cardiaco, otros familiares suyos refieren que fue la influenza española, que por entonces hacía estragos en la huasteca.

Lo cierto es que su muerte fue luto general y todo el pueblo la acompañó hasta su tumba.

Años después un grupo de prominentes hombres de Xilitla lanzaron las iniciativas de levantar un monumento a la memoria de ésta mujer extraordinaria:


VERDADERA BENEFACTORA Y HEROÍNA DE XILITLA

NOTAS.-

1.-  Entrevista concedida al Lic. José Francisco Pedraza, por la señora SIRENIA ZORRILLA DE VAZQUEZ DE PUGLIESE, quien le proporcionó la información relativa a la Señorita MARIA DE JESUS ALMARAZ RODRIGUEZ, su familia, y los acontecimientos que ella vivió durante la revolución. Dicha entrevista se realizó en la segunda quincena del mes de abril de 1989

2.- Alfonso Llamazarez Zúñiga.- Artículo titulado “Xilitla también pasó lista de presente en la Revolución” publicado en la página 11 de la revista “El municipio” Organo Oficial del Instituto Municipal Mexicano.- Año 2 No. 10 Epoca junio-julio de 1977.- Además reportaje titulado “Xilitla y Tamazunchale en poder de los rebeldes” publicado en el periódico “El Estandarte” de San Luis Potosí, No. 6069 del viernes 12 de mayo de 1911.

3.- Dato en el artículo anónimo titulado “María de Jesús Almaraz” Publicado con el retrato de ella.- y además en el reportaje  titulado “El Zapatismo en el país”, sub-titulo “Quienes son los cabecillas”, publicado en el periódico “El Adelanto” de San Luis Potosí, No. 227 del 3 de septiembre de 1913

4.- Ramírez Lavoignet, David.- Pag. 25 del folleto “Notas Históricas de Tempoal” S.p.d.i.- 1973

5.- Artículo anónimo titulado “Comentarios y datos sueltos de ayer”, pags. 16 y 17 de la revista “El Municipio” dedicado a Aquismón, S.L.P., No. 14 correspondiente a febrero-marzo de 1979

6.- Son numerosas las referencias que se han publicado acerca de la heroica intervención de la Señorita María de Jesús Almaraz, quien fue la única persona del pueblo que se atrevió a tratar con el bandolero Nicolás Zarazúa, para lograr que este no quemara Xilitla, como lo pretendía. Algunas referencias ya se han citado, otras son las siguientes:
1.- Artículo anónimo titulado “Corta apología de la inmortal Tía Jesusita Almaraz” Xilitla, S.L.P., publicado con el retrato de ella en la página 7 de la revista El Municipio.- Año 2 No. 10,  2ª. Epoca, correspondiente a junio-julio de 1977, número dedicado a Xilitla, S.L.P.- 2.- Artículo titulado “Jesusita Almaraz, Heroína Olvidada” por el Lic. Justo Vázquez González, fechado en Tamazunchale, S.L.P., en agosto 12 de 1968, publicado en la página 6 de la revista Valles, número correspondiente al sábado 17 de agosto de 1988.- Reportaje titulado “Una señorita salvó a los habitantes de Xilitla” publicado en el periódico Adelante, de San Luis Potosí, el 11 de junio de 1913.

7.- Artículo anónimo publicado en una revista de la Huasteca Potosina, titulado “María de Jesús Almaraz” con retrato de ella, en la sección Mujeres Mexicanas

8.- Texto de una Acta levantada en la Presidencia Municipal de Xilitla, S.L.P., 9 de julio de 1913


9.- Reportaje publicado en el periódico El Adelanto de San Luis Potosí, No. 182  10 de julio de 1913  

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