Como ya les he platicado anteriormente, en los inicios del fútbol en
nuestra ciudad, unos de los que empezaron a traer este deporte a Rioverde
fueron los jóvenes que estuvieron en el Seminario Mayor. Ellos ya conocían las
reglas y traían ya un dominio más depurado del mismo.
Uno de ellos fue Roberto Álvarez, el cual empezó a juntarse con nosotros y a
enseñarnos las reglas y a explicarnos un poco más de cómo se debía jugar, y
claro pues como nosotros a obedecer como dogma de fe, si él decía que era fuera
de lugar pues entonces era fuera de lugar, si decía que era penalti pues era penalti,
nosotros nada más mirábamos y obedecíamos embelesados por el amor que le
teníamos a las patadas.
En ese tiempo en que empezábamos a jugar,
nosotros estábamos en la secundaria y recuerdo a un sastre de nombre Héctor López, y como a cinco hermanos,
jugábamos afuera de mi casa, por la calle Héroes Potosinos. Otro de los que
recuerdo que también se empezó a juntar con nosotros fue Juan Perales, quien tenía un balón de fútbol y pues en aquel
entonces como el que tenía balón era el rey lo aceptábamos a jugar, él después
se fue más por el lado del beisbol
–deporte del cual siempre fue más asiduo jugador que del fútbol– y ahí
fue un destacado jugador. Otro de los que apreciábamos mucho porque también
traía balón era Arturo Moreno, él
siempre salía a jugar con nosotros y claro que lo recibíamos con gusto ya que
no cualquiera se daba el lujo de tener un balón y menos de futbol, balón de
aquellos que eran de gajos y de cuero.
Recuerdo que uno
de los lugares a los que empezamos a ir fue a la Escuela Práctica en El
Refugio, recuerdo que era conocida como la de “los pelones” porque los que estaban ahí así andaban, uniformados.
Ahí plantaban de todo, en su mayoría alfalfa, la cual la vendían en una
“guayín” con caballo, y cuando se iban a venderla salían a toda velocidad, y lo
único que alcanzábamos a decir era: ¡ahí vienen los pelones!.
Ahí ya iba a
jugar jugadores un poco más grandes, como Ales, Don Elías, “La torta”, “El
güero Palmolive”, “Sacristán”, etc., a nosotros nos invitaba a jugar “El Capi
Fernández”, él tenía una carcachita y
en esa nos íbamos con él, en ocasiones la camioneta se descomponía y había que
bajar a empujarla. Para llegar a “La Práctica” nos íbamos por El Presidio y Los
Salitrillos – ¿los recuerdan?– que viene siendo lo que hoy está a un costado
del Hotel María Dolores, nos íbamos en bicicleta, corriendo o en ocasiones con
alguien que tuviera vehículo como por ejemplo con “El Capi”. En una ocasión que
íbamos a jugar ahí, el campo estaba ocupado por los jugadores de más edad, estaban jugando contra un equipo de San Luis
de segunda división en el que venía el “Cheche Gonzales”, desafortunadamente
golearon a Rioverde y nosotros por estar viendo aquel partido pues ya ni
jugamos. Pero así era, eran los pininos de Rioverde en materia de fútbol.
También recuerdo
que en una ocasión vino un jugador de Veracruz, un mentado chileno de apellido
Reyes, y nos alborotó a todos nosotros diciendo que iba a organizar un torneo.
Invitó a varios y les pidió de 200 a 300 pesos, como obviamente todos nos
emocionamos, empezamos a juntar como pudimos el dinero que aquel chileno estaba
solicitando para organizar el torneo. Se le dio el dinero que juntamos, y ¿qué
creen?... se fue con todo, nos estafó, “nos dio espejitos” y nos dejó como al
chinito. Éramos muy chamacos e inocentes, y no sabíamos nada de organización,
torneos o lo que se necesitaba y como estábamos ávidos de todo lo relacionado
al fútbol y si alguien venía y nos decía cualquier cosa, pues nosotros a “pie
juntilla” le creíamos.
Uno de nuestros
compañeros más carismático era Gilberto Castellanos alías “El Rubí”, una
persona que siempre andaba muy alegre y que en ocasiones se ponía un pañuelo y
un antifaz, todo esto emulando al “Pirata” Fuentes, jugador veracruzano, el
cual era su ídolo. Cuando Gilberto salía a la cancha sus movimientos y ademanes
eran emulando a dicho jugador, actividad que sacaba la sonrisa de todos
nosotros. También “El Rubí” ayudó a fomentar el fútbol, pues cuando las
porterías se terminaban porque se podrían –en aquel entonces las porterías las
hacíamos de madera–, él las conseguía, pues tenía amistades que por aquel
tiempo andaban construyendo la carretera y se iba a pedirles algunos palos de
madera, conseguíamos entonces una camioneta y nos íbamos a traer más madera
para armar más porterías donde no había o para cambiar las que ya no servían.
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