domingo, 12 de julio de 2015

LA BODA DE LA ABUELITA ZAFIRA TELLO GUILLEN

El capitán Francisco termino sus días súbitamente tras una enfermedad que bien que mal le dejo tiempo para decirle unas palabras plenas de cariño paternal a su pequeña hija Zafira.
Ahí se puede decir que comenzó su historia, la de verdad. En la vida de cada quien debe haber un momento que se puede volver un parteaguas, un punto para decir “antes” y “después”. Para Zafira debió ser entonces, cuando el falleció dejándola acá, y apenas empezaban sus dolores.
Al año le tocó el turno a su madre, Doña María Guadalupe, valiente mujer originaria del norte del Querétaro. Y al año siguiente, siguió la hermana mayor Ofelia. Y entonces quedaron tres niñas solas casi desamparadas; Helia, Carolina y la más chica Zafira.
Los parientes se encargaron de ellas. Pero por supuesto todo cambio para las tres. Dejaron de ser las hijas de la casa, atendidas por los sirvientes, para convertirse en las pequeñas sobrinas, las que trabajaron por sustento, debiendo todo tributo cotidiano, por el alimento del día.
Cuando esto sucedía, el país y el estado empezaban a recuperarse de los terribles años de luchas armadas, la revolución, la cristiada, el cedillismo, y no eran tiempos prósperos, desde luego.
Antes, años antes, otra historia había arrancado y entonces llevaba la delantera. Un muchacho tuvo que dejar Ébano para volver a la tierra de su padre D. Eulogio, pues debió este dejarlo todo, empleo y sustento para curarse del reuma en su propia región.
Este joven era J. Asunción, de apodo “con”. Y la mudanza no le gustaba nada. Tenía un sueño, quería trabajar en la empresa petrolera de los gringos cuando acabara la primaria. Pero este sueño se vio truncado bruscamente. Y le dolía.
Que cosa venimos a hacer a este destierro, se decía en la soledad del pastoreo de vacas, en medio de crecidos pastos y herbajales. Se paseaba con una vara para prevenir la aparición de serpientes y con miedo empezaba una nueva vida, en un pueblo casi en ruinas, apenas salido de la violencia revolucionaria y del bandidaje.
Con, ese muchacho que no pudo soportar el uso de huaraches, pronto demostró de que madera estaba hecho, fuerte, como el mezquite de los zaguanes de Rayón.
Luego de trabajar en el campo con su padre, le pidió que lo dispensara para buscarle por otro lado, pues decía, “mire para, yo ando muy a gusto trabajando con usted, pero mi madre es la que la lleva, siempre trata de estimularnos con los alimentos, y ya empezó a pedir fiado” y así D. Eulogio lo dejo pedir empleo, y lo consiguió como ayudante en la tienda de un tío.
No duro mucho allí, y el destino lo llevo con D. Valeriano. Él lo contrato para  manejar el primer tractor que llego al pueblo. Y como desde siempre le gustaron las cosas mecánicas, se halló muy bien en su nuevo empleo, donde prospero. Ganaba bien, a comparación de un peón, y demostraba orgulloso su habilidad y pericia.
Don con, conocido “mil amores”, que sabía sacarle chispas a los tacones en todos los bailes, que llego a tener hasta siete novias al mismo tiempo, destaco como un hombre honesto y muy trabajador.
En una de esas, le ofrecieron unos molinos con una planta de energía eléctrica, después de ser el empleado fiel que desde la madrugada lidiaba con el humo y el diésel para mantener la pequeña empresa funcionando. Con su solo trabajo saldo la deuda y paso a ser el dueño.
Don Chon el molinero, así lo conocieron las señoritas Tello, las hijas del Capitán Francisco.
Zafira, que supo desde pequeña lo que era el respeto, siempre fue muy seria y responsable, y supo superarse en medio de las prueba. Las circunstancias la llevaron a dejar el hogar de los parientes y entonces vivió sola, nada normal en esos años; era experta tiradora, como lo había sido su madre y caminaba con un puñal, previniendo lo que nunca paso, gracias al cielo.
Trabajo por su sustento desde muy joven, en el cine del poblado, cobrando en la taquilla. Y también participaba en la vida de la comunidad., o lo que era lo mismo, en la iglesia, ya fuera el coro o las diversas asociaciones; ella fue consagrada a la Virgen del Monte Carmelo.
Participo en obras de teatro y en otros muchos eventos a beneficio de la parroquia. En esos años los viacrucis se celebraban con gran solemnidad y decoro y atraían observadores de muchos lugares, incluso más allá de la frontera.
En algún momentos reconocieron D. con y la señorita Zafira, entonces se acabaron los idilios del mil amores, y paso a ser, inclusive, “el atormentado” que así lo llamo Zafira, en broma, en una de esas que le llevo serenata.
Ya D. Chon tendría casi los cuarenta, cuando D. Eulogio le dijo que ya era tiempo que se casara. Y siempre leal a su padre obedeció la consigna, nada mal selecciono una dama de valor reconocido.
Siempre pulcra en sus modales, siempre seria en protocolos, Zafira aunque ya vivía sola desde hacía años, se acompañó de su tío, tutor por encargo de su difunta madre. Y en medio de mucha gente que formo el acompañamiento llego Zafira del brazo de su emocionado tío Otilio. Y en la puerta la esperaba D. con, que al fin se casaba.
Zafira tenía su vestido blanco con holanes, era el más bonito en esa época, con holanes, era el más bonito en esa época, con su velo, acompañada de sus damas de honor con faldas blancas, zapatos iguales y como siempre, con un velo en la cabeza, el novio D. con vestía de traje negro con un alcatraz en su solapa.
Así fue la historia contada con parquedad, de cuando mis abuelitos se casaron por amor, el 30 de noviembre de 1949, y esa historia duraría con notoria exactitud, 54 años contados hasta el día que anunciare, recordando mucho llanto, y de Dios pido el favor, fue domingo en la mañana, siete treinta más o menos, el día 30 de noviembre del dos mil tres, cuando vi que mi abuelita Zafira se nos quiso dormir.
Descanse en paz Zafira Tello Guillen, 8 de Junio de 1927 – 30 de noviembre del 2003

La verdad no sé de donde saque esta historia, alguien que no recuerdo me la llevo como un trabajo de Historia, pero me parece bonita y quiero compartirla, parece que sucedió en Rayón, pero no estoy segura.
Lic. Elena Rodríguez de la Tejera.

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