domingo, 25 de junio de 2017

José Guadalupe Martinez



De nuestros grandes personajes de Ciudad Fernandez.

José Guadalupe Martinez

Nació en 1903, sus padres fueron Domingo Martinez y Manuela Sánchez. Caso con Virginia Valdez. Falleció el 8 de octubre de 1979.

Don Guadalupe Martinez Sánchez, alias don Lupe, era un hombre muy habilidoso que venía ostentado el poder desde el cedillismo, se incorpora al santismo, convivio con los gobernadores profesor Manuel López Dávila y con Antonio Rocha Cordero; no obstante de oponerse a que Guillermo Fonseca Álvarez llegara a la Presidencia del Comité ejecutivo Estatal del PRI; aun así, fue presidente municipal de Ciudad Fernández en el sexenio del gobernador Fonseca Álvarez.

Don Lupe Martinez fue un líder verdadero, vivía en la calle de Santa Anita, en la esquina donde se hacia la Feria, en una casa modesta. No tenía camioneta, andaba en solky, también se trasladaba en bicicleta, vestía pantalones balones sin ostentar lujos. No usaba tractor, trabajaba con arado, no tenía propiedades únicamente su parcela original, se la pasaba pidiendo permisos para terceros sacando gente de la cárcel, haciendo favores para otros de manera gratuita. Fue objeto de un homenaje como líder agrario, con Carlos Jonguitud Barrios, en el primer acto de campaña para gobernador, y por si fuera poco, este reconocimiento se hizo en Ciudad Valles.

Don José Guadalupe Martinez Sánchez fue un pionero benefactor de los campesinos, uno de los fernandenses más destacados de los últimos años. También uno de los fundadores del ejido El Refugio.

Don Lupe, como cariñosamente se le decía al líder agrario, supo ganarse el cariño y la simpatía de todos. Acompaño al Gral. Saturnino Cedillo, a don Gonzalo N. Santos, era de los hombres que se quedaban sin comer para darle al prójimo. Tenía un carácter y sentimientos especiales. Jamás se supo que cometiera una injusticia ni mucho menos que alardeara del poder que tuvo.

Dos veces fue presidente municipal de Ciudad Fernández, en los periodos de 1965 a 1967 y de 1974 a 1976; dos veces fue electo diputado al congreso del Estado y tres veces diputado federal suplente; de Pérez Cerrillo, de Miguel Gascón y del Dr. Víctor Alfonso Maldonado. A él se le debe la creación de la Casa del Campesino en la capital del Estado.

En su funerales el gobernador estuvo representado por el Secretario General de Gobierno Héctor González Larraga, además de la presencia de diversos funcionarios. Una señora de aspecto humilde, que se cubría la cabeza con un rebozo, expreso: muchos favores le debemos a don Lupe”.

Era tanta la probidad de don Lupe Martinez que cuando termino su comisión como Juez auxiliar de El Refugio preparo los recursos sobrantes para devolverlos a la Tesorería de la Presidencia Municipal; sin embargo, sus colaboradores se empeñaron en que los aplicara a otras obras.

Tomado del libro en trámite “Los nombres de las calles de Rioverde y Ciudad Fernández”
Foto del Archivo Municipal de Rioverde

domingo, 18 de junio de 2017

Ma. Isabel Huerta P. Chavelita

Chavelita nos cuenta donde y con quien realizo sus primeros estudios:

Algunos de sus Recuerdos:

Mis estudios de primaria los realice en la Esc. Josefa Ortiz de Domínguez en el año de 1932, en aquel entonces estaba ubicada en lo que es ahorita el curato y recuerdo que mis maestras fueron:
1º. María Luisa Montenegro
2º. Catalina Mata R.
3º. Grafira Vázquez
4º. Carlota Aguilar
5º. Carmen Rivera
6º. Rosa Mata R.
Como dato la profesora Rosa Mata murió en un accidente en Tulancingo junto con su hermano el Dr. Mata y el chofer que era un hermano de Don Isidro Domínguez y fue en un accidente automovilístico en una presa


Mis estudios de comercio los realice en la Esc. Comercial que estaba ubicada donde actualmente vive el Prof. Jesús Juárez Grimaldo fue la 2ª. Generación y mi maestra fue María Cruz Hernández de Verastegui esposa de Don Álvaro Verastegui

domingo, 11 de junio de 2017

Toma de Rioverde en excepcionales circunstancias.




El “Primer Cronista de la Ciudad” Don Eugenio Verastegui, expuso sobre el devenir histórico de los rioverdenses. Los documentos que vio y de donde se basó al parecer ya no existen, muchos estaban en su poder, por mala suerte su archivo, post mortem, se dañó gravemente. Quizás la misma suerte corrió el documento inédito original, documento único porque en aquel tiempo, en el lugar, las reproducciones por fotocopiadora aún no estaban comercializadas.

Toma de Rioverde en excepcionales circunstancias.

C orría el mes de junio de 1853, una mañana de cierto día apareció, procedente de San Luis por el camino del “Hiladero” una partida de desarrapados soldados.

Jefe de ellos era el coronel Armenta quien se había visto obligado a abandonar la capital del Estado por contar con una reducida fuerza, huyendo con rumbo a Rioverde.

Armenta era liberal de hueso colorado y también un individuo decidido y con suerte… algunas veces.

No faltó alguien que diera parte de la presencia de Armenta en el Plan de Atotonilco, al coronel Juan B. Flores, dueño del rancho del Ojo de Agua de San Juan, quien ni tardo ni perezoso, reunió sus soldados y cayó sobre Armenta, matándoles algunos de sus hombre y poniéndolos en completa dispersión. En la imposibilidad de perseguirlos, Flores optó por dejarlos en paz.

Y sucedió algo increíble: Armenta, con solo once soldados armados de fusiles y trece con lanzas y machetes, siguió rumbo a Rioverde faldeando la sierra, y poniendo en ejecución el sistema de leva, arreó cuanto individuo encontró en las labores y con esa “fuerza”, armada únicamente de machetes, se adueñó de la hacienda del Jabalí.

Se supo en Rioverde que el mencionado Armenta se encontraba en dicho lugar con mucha tropa y como no había guarnición todos los vecinos del pueblo, que se encontraban armados tomaron las providencias necesarias para resistir el ataque inminente.

Tomaron como de costumbre, el único reducto en que podrían resistir, es decir, la iglesia y allí esperaron el desarrollo de los acontecimientos.

Era ya la tarde cuando el vigía que estaba en la linternilla de la torre bajó azarado, y dijo que del rumbo del Jabalí se veía una larga polvareda, lo que indicaba que el enemigo era muy numeroso. Como no había más alternativa, los defensores del pueblo, que poseían un magnifico armamento optaron por esperar al enemigo.

Como a las diez de una noche oscura como boca de lobo, llegó Armenta con su gente, ocupó la plaza principal que en aquella época era solamente un revolcadero de burros, las calles transversales y demás puntos que le parecieron apropiados y diseminados en ellos, los pocos soldados armados de fusiles, que tenían la consigna de disparar un tiro de vez en cuando para que los sitiados se dieran cuenta que tenían todos sus frentes cubiertos.

Y aquí llegó lo que podría aparecer un cuento. Platón Verástegui que venía de la hacienda de Santa Teresa e ignoraba lo que sucedía, cayó en la boca del lobo, de lo que se dio cuenta cuando fue rodeado por un grupo de individuos que lo hicieron desmontar y en seguida lo llevaron a presencia del Jefe, ante el cual tuvo que identificarse.

Sabiendo Armenta que entre los defensores de la iglesia se encontraban varios parientes de Platón, dijo a éste: ¿Cuántos hombres cree usted amigo, que tengo?

Platón, que en la oscuridad le pareció mucha gente contestó que serían unos tres mil. No –contestó Armenta- nada más dos mil, pero muy bien armados y tengo esos cuatro cañones a que se ven allí. Va usted como parlamentario para que diga a los que están en la iglesia que les doy una hora para que rindan las armas. En caso de no ser así, al amanecer romperé el fuego.

Platón se acercó a la iglesia, se dio a conocer y una vez reunido a los defensores les comunicó el ultimátum de Armenta.

Comprendiendo los vecinos que nada podría contra tanta gente, que además contaban con cañones, aceptaron la rendición, ya que se les ofrecía respetar sus vidas. Por lo tanto, salieron al atrio, pusieron sus armas en pabellón y se retiraron al curato.

Volvió el comisionado a dar cuenta de lo que se había acordado y enseguida la gente de Armenta se arrojó sobre las armas y cananas apoderándose de llas.

Hasta el amanecer permanecieron en el curato los fallidos defensores y ¿cuál sería su pasmo al darse cuenta que los tales cañones no eran sino unos inofensivos troncos de palma montados sobre ruedas de carreta? Más la cosa no tenía remedio y por lo menos habían salvado el pellejo.

Armenta permaneció tres días en Rioverde, préstamo forzoso, vituallas y caballada, amén de sesenta fusiles nuevecitos, algunos sin estrenar, fue la ganancia del audaz jefe en una acción en que si se hicieron algunos disparos fueron al aire.

Una vez que Armenta abandonó el pueblo los damnificados pretendieron que Platón les cubriese el valor de sus armas, ya que por haberlos engañado se habían entregado, sin combatir, a una partida de gañanes desarmados. Platón alegó, con razón, que en la oscuridad de la noche el no pudo darse cuenta que no había tales cañones y que la gente le había parecido mucha, con lo que quedó exonerado de culpa.}

Armenta tomó la población con “once” soldados y doscientos pelados armados solamente con machetes. La polvareda fue provocada, como se usaba entonces, por individuos distanciados unos de otros arrastraban ramas a cabeza de silla. Tal fue el desenlace de este verídico sainete conservado por la tradición de familia.


Esta obra fue transcrita por José J. Alvarado con permiso de don Eugenio Verástegui, de ahí la tomamos nosotros para compartírsela a ustedes.

domingo, 4 de junio de 2017

Dra. Ma. Carmen Gama Quilantan

Un recuerdo a una Doctora muy querida por todos nosotros.

Dra. Ma. Carmen Gama Quilantan

Su padre fue el doctor Daniel Gama Silva quien se constituyó en jefe de hogar al contraer matrimonio con Rebeca Quilantan Antiga, de 17 años, hija de Francisco Quilantan y Rebeca Antiga, originarios de Rioverde, S.L.P. el matrimonio civil tuvo lugar el 24 de enero y la ceremonia religiosa el 2 de marzo de 1935.
Sobre este matrimonio y sobre Rioverde, la bondad derramo bendiciones a manos llenas, con el advenimiento de quien sería la Dra. Carmen Gama Quilantan, el 18 de agosto de 1936, quien haría tanto bien en favor de la educación y de la salud de los rioverdenses, y llenaría de felicidad la vida de sus padres; la siempre exquisita María del Carmen, la niña de la inefable sonrisa, la tan querida como respetada por todas las personas que la trataron.
Se graduó en la facultad de Medicina de la UASLP  en 1963. Realizo su servicio médico social en Santa Catarina, municipio de San Nicolás Tolentino, S.L.P.
Fue una mujer de calidad humana y gran talento. Junto con otros rioverdenses emprendió obras filantrópicas: encabezo el patronato que fundaría la escuela Preparatoria de la ciudad, la cual en sus primeros años dio oportunidad a miles de jóvenes, ahora ciudadanos, la oportunidad de cultivarse en su propia ciudad sin tener que viajar a otros lugares.
Fue creadora de obras de interés comunitario, que le valieron la admiración, respeto y cariño de la comunidad. Siempre permaneció activa laborando ya en su consultorio o impartiendo clases o en los patronatos donde supo encauzar sus mejores logros para beneficio de la sociedad. Falleció el 15 de septiembre de 1991.

Tomado del libro en tramite “Las Calles de Rioverde y ciudad Fernández”

Foto del Archivo Municipal de Rioverde