domingo, 30 de septiembre de 2018

Las grutas de san diego


El Dr. Carlos Gama me obsequio una copia del libro Historia de la Hacienda de San diego en donde La familia Cabrera Ypiña nos relata con lujo de detalles las Grutas de la Catedral y El Angel, disfrutemos esta nota.

Las grutas de san diego

La espeleología se ha puesto de moda entre los deportistas que gustan de explorar que gustan de explorar lo subterráneo, entre los arqueólogos que buscan vestigios de las antiguas culturas, pues aunque aparentemente  son lugares tenebrosos e infectos, antaño fueron refugio de hombres que iban a invocar la ayuda del gran espíritu, o bien de salteadores que dejaban por ahí escondido el fruto de sus rapiñas. A otros los lleva simplemente la curiosidad de hacer observaciones minuciosas de aquellos antros casi siempre fríos y húmedos.
En la parte de la Sierra Gorda perteneciente a San Diego, existen dos grutas de gran interés para todos, pues una de ellas es la más espectacular y prometedora de San Luis Potosí y la otra es por la belleza de sus formaciones.
La primera toda la vida se ha llamado “La Iglesia Vieja” pero, al hacerse notable, los rotarios de Rioverde, la bautizaron con el pomposo nombre de “La Catedral”. La llegada al paraje de estas grutas es difícil pues, después de haber purgado el camino con mil curvas, sustos y precipicios, se llega a la ranchería del Alamito, sita al pie de un enhiesto picacho de ese macizo calcáreo y entrada a una angosta cañada donde termina el camino de coches por lo que de ahí en adelante se va a caballo o a pie.

El emplazamiento de las grutas está en un paisaje de acantilados grandiosos y de tupido bosque de pinos y encinos, sobre mantos de calizas del cretácico, altamente erosionadas.
Tiene la “Iglesia Vieja” dos entradas: una chica en forma de túnel la que, ya de pasada, llega de improviso a la gran oquedad, donde la geología hace un alarde de grandeza cósmica: la otra entrada, enorme como el pórtico de una catedral gótica, llega de golpe al gran salón capaz de contener en su interior la catedral potosina con todo y sus torres, sin que estas tocaran la bóveda; es un hueco imposible de captar con ningún lente. El nombre le viene de que las grandes formaciones de travertina (piedra esponjosa y blanda calcárea que al aire adquiere un color rojizo) que por milenios se han ido acumulando en su interior, simulan, el uno un pulpito, otro un confesionario o diversas imágenes y, al fondo un gran altar o foro, la que es muy difícil escalar.
El todo está iluminado por una luz azul, como de luna, que penetra por dos ventanales que se abren en el ábside de la techumbre, que se calcula en noventa metros de altura. Esas falsas entradas a la caverna, son una trampa mortal para toda clase de animalitos, que se meten por ahí y caen al vacío, formando abajo un verdadero yacimiento de huesos, encontrándose los de conejo, ratas, ardillas y hasta víboras.
La enorme oquedad de la gruta está adornada con miles de estalactitas y cortinajes de fantasía, en mil formas retorcidas y colgantes. Hay algunas estalagmitas tan enormes, las que crecen de abajo hacia arriba, que deben de haber tardado milenios en formarse, ya que las estalactitas crecen un centímetro cada 30 años se puede uno imaginar lo que tarda en crecer una estalagmita que tiene varios metros de diámetro; estas cuando tienen siglos o milenios adquieren un enorme grosor de formas curvilíneas parecidas a un ventrudo cumulo: se hinchan en protuberancias barrocas, en redondeces de globos, formando verdaderas maravillas espeleograficas: la estalagmita que llaman el pulpito es digna de una mirada.
Nítidas cascadas de rutilantes tubos de órganos, miríficos colgajes de encajes; collares de cuentas, encalados de mágica pureza; las coloraciones de las monstruosas paredes reflejan las sombras de esos fantasmas 0etreos sobre los fondos azules y blanquecinos que les da la luz de las claraboyas. Cuelgan del techo mil estalactitas de una blancura purísima que da al conjunto un aire de fantástico misterio. El silencio de la fruta, donde la voz suena distinta por los ecos empalmados, impresiona fuertemente. Aquí no existe ningún ruido a excepción de las gotas de agua que horada el silencio con un ruido sideral.
Brillan mil estrellitas en el suelo al contacto de la luz de las lámparas, y así luce toda la inmensa gruta, porque las estalactitas y estalagmitas que cuelgan y se levantan por todo el recinto brillan como si fueran finos cristales que llenan todas aquellas formaciones calcáreas.
Al fondo de la gran caverna se ve una catarata de piedra blanca de unos 20 metros de altura con todas las formas y destellos caprichosos que pudo formar el agua de la verdadera cascada que ahí existió antaño, y que ahora ha desaparecido.
Esa cascada pétrea tiene hermosísimas cristalizaciones de un brillo fascinador que justifica el nombre que se le ha dado a la gruta. Hay ahí a la derecha un salón de maravilla de cuyo techo descienden girándulas retorcidas y extravagantes, una variedad de estalactitas enormes, las más retorcidas y adornadas que se puedan encontrar. Las decoraciones más originales y bellas quedan opacadas al lado de esa arquitectura de la naturaleza.
Más abajo, se abre una enorme sima cuyo fondo se puede alcanzar por una inclinada rampa llena de nichos, limitados por mil pequeñas estalactitas. El pegajoso y resumante piso lleva al fondo, cuyos planes están inundados formando un lago obscuro y frio donde se supone que existen peces sin ojos, nacidos ahí en aquella obscuridad eterna.
Hay gran apilamiento de bloques enormes que dificultan el paso, piedras que resultaron de un desprendimiento de parte de la bóveda, que se vino abajo, causando un gran destrozo de todas las formaciones que existían en esa parte de la caverna. Con seguridad fue causado por ese tremendo terremoto que asolo el estado potosino en épocas geológicas lejanas y que dio al traste con casi todas las grutas de San Luis Potosí, causado por la explosión de los xalapazcos que tenemos, volcanes de explosión o impactos de una lluvia fenomenal de asteroides.
A unos cuantos metros de la Iglesia Vieja se ha descubierto recientemente otra cueva llamada Del ángel, y realmente es el sueño de una ángel aquel pequeño recinto en el que abundan las fantasías mineralógicas, las más sutiles y afiligranadas formaciones, llamando la atención la existencia de un bosque de estalactitas y estalagmitas que parecen sostener el techo de la oquedad, incrustadas de cristales brillantes y las paredes tapizadas y sobrecargadas de miriadas de estrellitas, con creaciones que forman la más delicada decoración que imaginarse pueda: se maravilla uno de la enorme floración centellante que cuelga del techo, como carámbanos (pedazos de hielo).
El escenario continua igualmente por todos lados no solo las paredes tapizadas de calcita y aragonita, sino el mismo suelo que centellea porque esta alfombrado de pequeños cristales.
Da verdadera pena el tener que constatar que la poca o nula cultura de las gentes haya destruido muchas de las formaciones de la Iglesia Vieja, pues a tiro de pistola se entretienen en probar su puntería contra las colgantes estalactitas haciéndolas mil pedazos; cuando pueden dar en el blanco destruyen en un segundo lo que ha tardado milenios en formarse. Terrible inconsciencia de los que se divierten destrozando tesoros irremplazables.
La gruta de San diego, era en efecto, en aquella época, lo más sensacional que se conocía bajo tierra pero después de los actos de vandalismo sin número y sin nombre, exentos de adjetivos más sonoros, que se han perpetrado y que han saqueado la espléndida caverna, la han dejado muy maltrecha.
La gruta del Ángel tiene la supremacía, ahora a Dios gracias, y ojala que esta maravilla subterránea no conozca profanaciones tales como la vergüenza y la lepra de las firmas, los grafitos y grabados y pueda permanecer indemne de devastaciones.
Nadie puede decir que conoce esas grutas si no duerme ahí cuando menos una noche y escuche el silencio eterno sideral de la inmensa oquedad, y preguntarse si aún está vivo o si ya pertenece a alguno de los círculos descritos por Dante, cuando lo vuelve a la realidad el aullido de un depredador del bosque.
Una excursión a la sierra de San Diego, que como se dijo viene a ser parte de la Sierra Gorda, es como para probar los nervios del más templado. Esta o estuvo poblada de pinos enormes y encinos de grueso tronco con cortinajes de paxtle o heno y, tan resbaloso es su piso, debido a las agujas de pino que van amontonándose en el suelo, que tanto caballos como jinetes, tienen que aferrarse al piso para no patinar y rodar montaña abajo a profundidades enormes.
En esos tupidos bosques de árboles de muchas especies habitan infinidad de pájaros, desde ruiseñores, primaveras, cenzontles, gorriones, pájaro azul, etc. Cuyos trinos acompañan todo el tiempo a los excursionistas. Ese escondite es precisamente lo que los salva de la rapiña de los busca-nidos, que hacen todo lo posible por acabar con toda clase de aves y mamíferos y que abundantísimos en los valles.

Datos tomados del libro “Historia de la Hacienda de San diego” de Octaviano Cabrera Ypiña y Matilde Cabrera Ypiña de Corsi
Fotos del Museo Regional del Rioverde

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