domingo, 30 de octubre de 2016

DOÑA PACITA


Un hecho Real? o algo producto de la imaginación...
Les comparto un relato que me proporciono y le agradezco a Elenita Rodriguez de la Tejera

DOÑA PACITA


            Aquella apacible tarde de Julio, pardeando ya, a esa hora en que se ha dado en llamar la hora cero, cuando estás entre la oscuridad y el día, en un caluroso verano, esperando en la salida de donde se encontraba la Dirección en aquel entonces, la llegada del Director, Lic. Rocha la vimos llegar... entrar por el portón, que era la entrada habitual de alumnos, cuando todavía la Preparatoria de Rioverde tenía sus puertas abiertas a toda hora. Como era época de vacaciones solamente nos encontrábamos en la escuela Don Güero, que así llamaban al inolvidable conserje Don Pepe, Chayito, la tesorera y bibliotecaria y yo.

-          Señora, ¿a dónde va?, ya vamos a cerrar, no hay nadie.
Impasible, la frágil señora que avanzaba extrañamente, como si flotara, vestida a la antigua usanza de las viejecitas falda larga, un mandil largo también al tobillo y un rebozo, no se dignó contestarnos.

Corrimos rápidamente y la vimos seguir por el pasillo de entrada, le hablamos, pues estábamos a punto de cerrar. Chayito se fue por el pasillo entre los salones y yo salí por el lado del portón, allí iba, etérea, frágil, ubicua, extraña...
-          ¡Señora! - La llamé.
No contestó, llegó a donde se encuentra actualmente el local de nuestro tradicional Don Vale y la perdí de vista.
-          -¿se regresó? Pregunta Chayito.
-          no, se fue para donde tú ibas,
-          no, yo ya no la vi.
-          ¿en dónde está entonces?
-          Quien sabe, pensé que se había regresado.
-          ¡qué raro!

Nos regresamos a la Dirección a esperar al Lic. Rocha para las firmas sin darle mayor importancia.

-          -Oiga, pregunta don Pepe
-          -¿Qué anoche vieron a la señora?
-          ¿cuál señora?
-          La que entra aquí
-          Sí, vimos que entró una señora, pero no nos dimos cuenta a qué horas salió,
-          - es que no salió
-          ¿cómo?, ¿se quedó encerrada toda la noche?
-          No, no es eso, es que....
-          Es que, ¿qué? don Pepe.
-          Es que.... esa señora ya no sale, sólo se le ve entrar, pero no salir.
-          Ay don Pepe, ahora nos va a decir que hay fantasmas
-          No creo que sea fantasma, porque es bien real, pero no sale y se pierde en el cruce de los pasillos.
-          A poco....
-          Pregúntenle a Manuel y a los de humanidades, a ver que les dicen...

Manuel y los de humanidades sí pensaron que era un fantasma, cosa que nos pareció de lo más atrevida, ellos incluso la habían visto varias veces, me platicaron, yo creí que andarían tomados o algo así o que era broma, no les creí.

Pasó algún tiempo y por causas del destino me fui a vivir por el rumbo de la prepa, un rumbo muy apacible entre semana, porque como la comandancia se encontraba allí, los fines de semana había mucho ruido y movimiento.

Noches de calor, la tradicional plática de los rioverdenses al anochecer, sacar sillas a la banqueta, juntarse a platicar los vecinos, fresqueando en la calle, todo se conjuga, están los vecinos adecuados para ésta historia y comienzan a platicarla.

-          La pobre señora murió de un susto.
-          Y.. ¿cómo fue eso?
-          Fue muy extraño, ¿recuerdan la huerta de naranjos y todas las flores que había plantadas?
-          Cómo no, belenes, espuelas, amapolas, perritos, varas de San José, jazmines, nardos, azucenas, y sabe cuántas más que no me acuerdo.
-          Qué buena mano tenía la señora, interviene otro vecino, que bonitas flores tenía.
-          Tal vez eso fue su perdición
-          ¿por qué?
-          Recuerdan la historia de la carreta sin bueyes?
-          Ah, sí, esa carreta pasa por la calle Escandón.
-          ¿es aquella que se oye el ruido y no hay que asomarse a la calle, porque te mueres si la ves?
-          La misma, dicen que la viejita la vio....porque se oyó la carreta y luego el característico sonido de su ventana al abrirse.
-          Y ¿eso que tiene que ver con las flores?
-          Ahh, pues es que ya ves que en donde hay huertas y jardines se meten muchos animales.
-          Y ¿eso qué?
-          Bueno, pues dicen que la señora murió de susto, porque una gran culebra le cruzó por el cuello, cuando ella estaba ya acostada, eso la espantó y su corazón no resistió..... además está lo de la carreta sin bueyes y debes de reconocer que en las huertas luego hay culebras.
-          No pos eso sí, pobre señora.

Después me platicó Aurorita que eso no era nada, que ya no había querido ampliar los comentarios porque había niños escuchando, pero que cierta noche, al regresar Don Pedro de un viaje de varios meses por el extranjero, en el antiguo jacal que actualmente ocupa parte de la Secretaría de la Preparatoria, escuchó rezos y oraciones, se asomó por la ventana extrañado y vio un velorio,  el cajón estaba abierto y cercano a la ventana y alcanzó a ver a la vecina tendida y con una marca negra como hecha por fuego, en el cuello de la señora, que no le alcanzaba a cubrir el sudario, pensó que la señora había fallecido y al llegar a su casa, después de los saludos, los regalos traídos de lejos a la familia y ya de madrugada, le dijo a la esposa que había que acostarse, porque había muerto la vecina y había que acompañarla un rato. La esposa le dijo:
-          sí, es cierto, pero eso fue hace un mes.
-          ¿cómo si lo acabo de ver ahorita que venía llegando, allí me bajó el carro de sitio y el chofer, Don Inés, también lo vio.

Dadas las explicaciones pertinentes a don Pedro por parte de sus familiares, lo comentó con otras personas vecinas y ellas le dijeron que también lo habían visto, mi tía Faride y mi Tío Chavo, lo mismo que mi cuñado, el Dr. Carlos Gama.

Todo q quedó en el plano de la extrañeza, ¡qué raro!


Pasan algunos años, la viejecita sigue entrando en la Preparatoria, los alumnos aseguran haberla visto...
-          -siempre desaparece en el mismo lugar- me platican.
-          ¿Supiste lo del Ruco? Me comentó Arturo Lagunillas
-          Le salió la viejita y hasta la intentó ayudar para entrar por el portón.
-          ¿y luego?
-          La viejita le dio tal empujón, que el Ruco cayó,  ya ves que tiene polio en una pierna.
-          También que ocurrencias de ayudarla si el Ruco no puede caminar – dice Manuel González, hasta yo lo hubiera aventado, imagínate en riesgo la tumba más que ayudarla.
-          Yaaa... Manuel...., oye, a propósito me dijeron que hay un tesoro enterrado en la escuela, pero no sé dónde, me cae que si lo sé, en la noche vengo y escarbo, me vale que me expulsen, al fin que ya bien rico me voy a estudiar a otro lado dice Lagunillas.
-          ¿saben qué? Continúa Manuel, hoy es día de la santa cruz y salen llamas en donde hay tesoros enterrados hay que quedarnos a ver....

Al día siguiente los muchachos me platicaron como se habían brincado la barda, armaron una tienda de campaña en uno de los jardines y se pusieron a velar.... dicen que por aquello de las tres de la madrugada vieron salir llamaradas en la escalera de la escuela.... no quisieron saber más, salieron volados dejando la tienda de campaña y un pedazo del pantalón del Ruco que no pudo brincar bien por su impedimento. La novedad por la mañana fue encontrar la tienda de Manuel toda caída en uno de los jardines y un trozo del característico pantalón de cuadros del Ruco y nadie sabía cómo habían ido a dar allí.

Curiosamente, en los años de mayor actividad de la viejita nadie la bautizó, se veía y decían que a los alumnos flojos, que se quedaban afuera a perder el tiempo, les sonreía con una cadavérica sonrisa y algo oscuro que llevaba al cuello, como si el rebozo negro de repente, pareciera una gran culebra negra, y de los ojos rojizos brotaban extrañas chispas, que a más de uno hizo que ya no pudieran regresar a seguir perdiendo el tiempo en esta Escuela...... solo tuvimos alumnos estudiosos en esa época.

Don Santos, tuvo la osadía de sacar el machete con el que corta el  pasto y preguntarle que quería y que andaba haciendo y por qué no contestaba nunca y que a donde se metía, la viejecita solamente volteó con la extraña y espeluznante sonrisa, el raro movimiento del rebozo alrededor del cuello al que don Santos tiró un machetazo y el brillo rojo intenso de esos ojos que parecen que ves al fondo de un abismo de fuego, le lanzó una extraña jaculatoria en latín sacada del osario, y se esfumó en un alarde de prestidigitación delante de sus mismos ojos, por supuesto don Santos se paralizó por unos instantes, y cuando pudo recobrar la calma lo único que encontró en el suelo fue la cabeza de una culebra negra con pedazos de las barbas de un rebozo negro salpicado con musgo de cementerio....

Para cuando a doña Pacita ya se le había bautizado con ese nombre, aunque no estoy segura si será Pacita o Pasita, pero en fin, lo mismo da. Pues bien, el Lic. Ricardo Castillo fue testigo de otro hecho insólito, pues a él se le apareció doña Pacita en el mismo corredor, solamente que ésta vez acompañada del mismísimo hombre de negro que suele salir en la Cancha en las noches de luna llena, me platicó Ricardo, que en los tiempos de estudiante (él era uno de los de humanidades que menciono al principio) llegó a ver a la señora, pero que también se le hizo muy natural, pues vista de lejos la señora así parece, hasta esa infernal noche de luna llena, muy cercano el día de muertos, en que dijo:
-          ¡a caray!, quienes serán esos que vienen allí, si la fiesta de muertos es hasta mañana saliendo del Tenorio-
-          ¡oigan, balines, se equivocaron, la fiesta es hasta mañana!

Por única respuesta obtuvo la extraña sonrisa cadavérica de la señora, su latinajo, dos pares de ojos rojos chispeando y un raro silbido, saliendo de la lengua bífida del extraño sujeto, que desde entonces don Santos, yo, mi hija Rebeca, Ricardo y otros hemos visto en noches iluminadas por el resplandor de la luna en la cancha de la escuela y no precisamente jugando básquet aprovechando su fulgor.

Actualmente fuera de mí y de don Santos, ya la viejecita no se ha dejado ver; pienso que es como castigo, primero, por la osadía de don Santos y luego porque yo, con mucho temor me le acerqué, cierta calurosa tarde de Julio (me pregunto por qué le encanta salir en vacaciones), otra vez al anochecer y le dije Oiga señora, no sea malita, si es usted fantasma, dígame en donde está el tesoro..... Aquella viejita, recurrió nuevamente a su gran “performance” de “doña Pacita y su infernal jaculatoria,” en donde por supuesto tuve que salir aterrada y huyendo hacia la Dirección, ante la insólita mirada del Dr. Harmodio González, que era el Director y me vio venir corriendo a toda prisa, quien me preguntó
- ¿Oiga Elenita, pues que habla sola?, la vi como que hablaba con alguien y no era nadie, y luego salió disparada como loca
-          ¿se siente usted bien?

Ante mis ojos desorbitados y mi palidez extrema y esa mirada perdida tan característica me dijo
-          yo le voy a recomendar que platique un poco con mi hermano Lacho que es psiquiatra......




Lic. Elena Rodríguez de la Tejera

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