domingo, 19 de mayo de 2019

La década de los 40s. en Rioverde


Don Lamberto Olivo nos lleva a los lugares y a situaciones que el vivio en ese tiempo:

fue una de las épocas más hermosas de mi pueblo, pues diariamente por las noches no faltaban los puestos de enchiladas que se ponían alrededor de la plaza principal, pero aquellas enchiladas eran exquisitas ya que esas personas sabían su negocio, no como ahora que ya nada más las hacen para ganarse su dinero sin importar su calidad, (algunas no todas, existen lugares donde las hacen muy sabrosas). Me estoy refiriendo a doña Isidra ayudada por todas sus hijas y don Chucho que eran toda una tradición; pero había otras que no se quedaban atrás, solamente que estaban un poco más retiradas. Estas eran Lucha con su mamá y hermana, que estaban en la calle de Zaragoza y al fondo de esa misma calle se encontraba la señora doña María a quien la gente apodaba “Mis Picos”, ya que está señora tenía su boca un poco desviada, producto muy posible de una embolia. Por la calle Centenario se encontraba Doña Nicolasa, que estaba frente a lo que fue el cuartel. A donde quiera que uno fuera a cenar salía satisfecho.

En la esquina de la plaza donde hoy está un hotel de varios pisos, ahí era La Nacional, la tienda de abarrote que pertenecía a don Vicente Anaya y cruzando la calle Colón, había un corredor comercial que comenzaba en esa calle y llegaba hasta frente al atrio de la parroquia, en ese corredor a la entrada estaba La Corona que era la tienda de Eustorgio Martínez, le seguía la panadería de don Longinos Villanueva, después estaba la tienda la japonesa, que su propietario era Fidel Siguetomi, éste señor después se casó con una hermana Julio Villegas; ahí terminaba una cuadra y en seguida había varias tiendas de ropa hasta llegar al atrio. En frente seguían más tiendas de ropa entre las cuales se encontraba una, que se podía decir que era sucursal de la Maravilla, una tienda muy famosa que se dedicaba a vender en abonos, éste señor se llamaba Don Marcos Pinel, volvía a terminar la cuadra y estaba una tienda grande que era de don José Anaya, “El Pitó” y era atendida por sus hijas e hijos, le seguía la de donde molían café y esta era atendida por Don Aniceto del cual olvidé su apellido para terminar con una rasperia grande que era propiedad de doña Elodia.

Los domingos atrás de esos comercios y casi pegando con el atrio se ponían los puestos ambulantes que vendían toda clase de grano, tal como frijol, café, maíz sin faltar el piloncillo. Dentro del mercado se encontraban las verduras y abarrote, además de las carnicerías; también había una fonda muy grande que fue muy famosa, ya que ahí iban a desayunar desde obreros, campesinos y gente de la sociedad, todos unidos sin preferencia para nadie, era atendida por su propietario Don Pedro Nava y estaba abierta desde las cinco de la mañana, hasta las ocho de la noche.

En donde hoy es el Mercado actual, se encontraban los famosos mesones, que eran los hoteles de los arrieros que bajaban de las rancherías para vender sus productos, como eran los quesos, las adoberas , la mantequilla y el requesón, estos y la mantequilla envueltos en hojas de maíz. El sábado desde las cinco de la tarde, comenzaban a pasar por la calle real hoy Centenario con sus enormes recuas de burros cargados con dichas mercancías; se imaginarán cómo dejaban la calle a su paso, pues quedaba tapizada de pajoso de sus animales. Llegando a sus lugares, comenzaban a erigir sus puestos para el domingo muy temprano ya tenían en venta sus productos. Y el lunes muy temprano ya estaban listos para retornar a sus alquerías

En el pueblo había tres panaderos que vendían el pan en sus canastos a domicilio, diariamente por la mañana y por la tarde, ellos eran Gollo, don Ruperto y Calixto. Gollo y don Ruperto vendían el pan de la panadería de don Fidencio Castro que era hermano de don Antonio el esposo de mi tía Natividad y Calixto lo traía de Cd. Fernández en un guallin o bogue; el pan era de su propiedad. También existían las panaderías de don Longinos Villanueva y la de don Luis Tenorio, las piezas de pan costaban a dos por cinco centavos pero cuando se compraban más de cinco entonces les obsequiaban otra que le decían la ganancia, en ese tiempo al bolillo se le decía Birote, ignoro si aún así le llamen.

Tiempos idos que no volverán.

De los recuerdos de don Lamberto Olivo.

Foto propiedad de don Lamberto Olivo. Esa foto es el día del aniversario del programa de aficionados de nuestro club EDUCANTARES, estamos en la arena deportivo que tenía el güero Bernardino hermano de don Eugenio. Si la observa usted bien ahí están Goyita López, Antonio Hernández dueño de la antigua Ferretería LA CASA DE CONFIANZA y muchos más que quizá ustedes recuerden.

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